El Grito

EL GRITO

elGritoTribulaciones y dudas
de Marcelo Santillana,
Canónigo de la Santa
Iglesia Catedral

Valentín Villalón Benítez


Prólogo

El Grito es una novela costumbrista, enmarcada en la primera mitad del siglo XIX. Su principal protagonista, Marcelo Santillana, pertenece a una familia pudiente de propietarios de la tierra. Sus abuelos paternos son de Alameda de la Mancha, pueblo imaginario de la provincia de Ciudad Real. Sus abuelos maternos son de Puente de los Desamparados, también propietarios de grandes extensiones de tierra, agricultores y ganaderos, e igual que sus abuelos paternos son gente de prestigio y dinero.Ramón Santillana y Amparo Solís, padres de Marcelo, se conocieron durante la boda de unos parientes, a la que ninguno de los dos tenía decidido ir hasta la mañana del enlace en Puente de los Desamparados.

Las tribulaciones y las dudas le surgen, cuando después de haber estado en la finca de sus abuelos, “El Tomillar de Maqueda”, donde va con la idea de aprender a montar a caballo, se encuentra con su tía Sofía, mujer entregada por completo a Dios, que dedica medio día a los rezos, y el otro medio a pensar en el demonio y en las penas del infierno.

Es Marcelo un muchacho indeciso, voluble, incapaz de mantener un pensamiento más allá de veinticuatro horas. Sus padres son librepensadores, anticlericales, agnósticos y materialistas. En su casa ninguno va a la iglesia, a no ser que tengan que asistir a alguna boda o entierro de algún familiar, o amigo muy allegado. Convence su tía a Marcelo para que se haga sacerdote de Cristo para siempre, y así salvar a su familia de las penas del infierno, que según su tía son eternas… para toda la eternidad. Asustan a Marcelo las palabras de su tía, y decide hacerse sacerdote de Cristo para siempre. Durante el tiempo que Marcelo permanece en el seminario, en multitud de ocasiones ha pensado en dejarlo, pero carece del valor necesario para hacerlo. El miedo al infierno y a lo que su tía pudiera pensar le hace desistir. Tras muchas dudas y tribulaciones se ordena sacerdote y en muy poco tiempo la Iglesia lo hace Canónigo de la Santa Iglesia Catedral.

A la muerte de su padre, Marcelo ve como la figura de su padre crece ante él, cada día la ve más grande, la ve crecer, día a día, hora a hora. Lo ha visto morir tranquilo y rodeado de los suyos. Cuando Marcelo se acerca intentando darle los sacramentos, no los acepta, le dice que él no ha sido creyente, piensa que al morir se extinguirá su alma, igual que su cuerpo, piensa también que ya no se volverán a ver. Es la vida que pasa, les dice.

Con la muerte de su padre, que ha sido librepensador, anticlerical, progresista ve crecer la figura de su padre, y esto le hace plantearse su permanencia en la Iglesia. Está cansado de los rezos, de vestirse por la cabeza, de estar sierre con los ropones puestos, de las horas que pasa en la catedral, siempre cambiando pecados por padrenuestros, siempre perdonando los mismos pecados a los mismos pecadores. Estoy harto, se dice a sí mismo, un día voy a aparecer ahorcado en el campanario de la catedral, o en cualquiera de las cámaras de mi casa.

Le pide un mes de permiso al obispo, necesita descansar y reorganizar su vida. Piensa irse una temporada a la finca de su madre, “El Tomillar de Maqueda”. El obispo le dice que esté allí el tiempo que necesite hasta que esté totalmente curado, para que estas crisis no se vuelvan a repetir.

Habla con su madre y le dice que allí está Luisa, que es ahora la encargada de la finca. Es una buena chica, autodidacta, que se había leído todos los libros que hay en la sala de la casa que son muchos. Ella se va a encargar de prepararle la comida, arreglarle la casa, y solucionarle cualquier problema que se le pueda plantear. Inicia Marcelo el viaje evocando su pasado, recuerda su estancia allí cuando decidió hacerse sacerdote de Cristo para siempre.

De Luisa guarda Marcelo un desvanecido recuerdo. La recuerda al verla pasar delante de su ventana, con su larga trenza, sus grandes ojos, y su mirada triste. Y será Luisa quien sacará a Marcelo de las dudas y las tribulaciones que durante veinte años le han estado atormentando.

El autor.

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