Leñadores 11

Los despertó el sol, más tarde de lo que Cipriano había previsto, miró el reloj, eran más de las ocho. Llamaron a la puerta. Es mi madre, dijo Rufina al salir de la alcoba, vete al corral y arregla a Rucio, que mi madre no se de cuenta de que nos levantamos ahora, y sal antes de que yo abra la puerta de la calle. Salió Cipriano de la alcoba antes de que Rufina abriera a su madre. Abrió la puerta del corral, le puso a Rucio el cabestro, le ciñó la albarda y tirando del burro salió al patio, donde tropezó con Rufina y con la madre de ésta, que iban al corral a ver al burro, según dijeron. Mostró Cipriano el burro a su suegra, volviéndolo en su presencia para que ésta lo viera y se despidió de ellas, después que su suegra les dijera que le había gustado mucho, por lo grande y hermoso que lo veía.

 Sacó Cipriano a Rucio a la calle, y de un salto se quedó puesto en la albarda, rompiendo éste a andar con las elevaciones de un buen caballo ante la admiración de los que con él se cruzaban. Tuvo que parar en varias ocasiones para que vieran a Rucio detenidamente. Levantando éste en todos los que lo veían, grandes muestras de admiración. Por su talla, por lo bien aplomado que estaba, por lo largo que era, por lo bien que tiraba los brazos, por su hermosa grupa. Ninguno de los que lo vieron se atrevió a ponerle una sola falta. El burro era perfecto a los ojos de todos.

 Tardó más de lo que él había estimado en llegar a la Higuera, se había ido por el camino de las eras y allí también tubo que hacer nuevas paradas, Había despertado el burro gran expectación entre los campesinos y esto le hacía sentir a Cipriano una gran satisfacción, se sentía contento. Aunque no daba por perdido el tiempo que dedicó en enseñar el burro, también le satisfizo el llegar a la Higuera. Acercó a Rucio al fontarron, le aflojó la cincha y lo dejó que bebiera agua sin meterle prisa alguna. Le apretó la cincha, y  se fue adentrando por la senda de la Solana  hasta llegar donde estaban las retamas más altas.

 Había llovido mucho aquel invierno y las retamas estaban muy crecidas. Pronto empezó Cipriano a cortar retamas. Con lo que había llovido aquel año el monte estaba hermoso, se veían las encinas brotadas, igual que los romeros, las jaras, los enebros, los tomillos y las escobas. Daba gusto ver el monte, que áspero era aquel suelo, pero que vegetación más hermosa había allí. Iba Cipriano cortando retamas y haciendo montones cada vez más grandes pensando, que tenía un buen burro y que lo podría cargar bien sin temor a que el burro se viniera abajo y no pudiera con la carga. Pronto se dio cuenta de que tenía muchos montones y cada montón tenía muchas retamas.  Tenía que dejar  de cortar ya, si seguía un rato más, iba a tener que estar llevando cargas toda la tarde. Contó los montones de retama que tenía y se dio cuenta que para llevarse todos tenía que echar más cargas, en dos no se las iba a llevar.

 Preparó su primera carga de retama, contando los montones que en ella había gastado, y se dio cuenta, que para  llevarse toda la retama que tenía cortada, tenía que echar al menos cuatro cargas. Era medio día, tenía que llevar la que estaba cargada, comer y volver a por tres cargas más por la tarde. Poco tiempo le iba a quedar, para quitar la retama vieja del tejado, colocar los palos sobre los que tenía que colocarlas, atar las nuevas y subir al leñero las viejas, para que Rucio no las pisara, las mordiera, las hiciera polvo, y no las pudieran aprovechar para la lumbre.

 No solo no voy a terminar ésta tarde, sino que mañana veremos a ver a donde llego, y tampoco sé, como he podido pensar ésta mañana, que esto lo podía haber hecho hoy. La noche está hecha, para pensar si estás despierto, y para soñar si duermes. Anoche no pensaba, estaba soñando. Necesito medir mejor lo que puedo hacer, si no lo hago así, voy a tropezar muchas veces y eso da mala imagen. En lo sucesivo voy a coger campo.  Las suegras siempre están pensando en poder contarle a sus familiares más cercanos, o a sus más intimas amigas, los fallos que puedan tener los yernos, y esto es así, porqué quieren dejar siempre a sus hijas por encima de sus maridos.

 Llegó Cipriano a su casa con su primera carga retamas, desató los lazos que la sujetaban y dejó la calle interceptada por completo, sólo las personas  podían pasar. Abrió Rufina la puerta y le dijo a su marido. Has dejado la calle cortada, vamos a meter la retama, que si viene alguien no va a poder pasar, y  va a tener que esperarnos. Cogió Cipriano la retama que pudo entre sus brazos y fue derecho al corral  sin contestarle a su mujer, ésta enseguida, cogió la que pudo entre los suyos y siguió la senda que su marido había seguido hasta llegar al corral, donde encontró a su marido, que lo vio serio. ¿Que te pasa? preguntó Rufina, ¿estás serio por que te he dicho que habías dejado la calle cortada? No es por eso, es que he cortado las retamas muy a raíz del suelo y voy a tener un problema para colocarlas cuando esté allí arriba colocándolas, va a costar mucho tapar estos palos y no sé como lo voy a hacer. Bueno vamos a terminar de meter la retama, que si alguien viene no va a poder pasar.  Cuando terminemos de meter la retama lo piensas.

 Continuaron metiendo la retama en el corral, y cuando terminaron, dijo Rufina , viendo que éste miraba el reloj ¿no se  te ocurrirá ir ahora a por otra carga? Tengo ya la comida hecha y no quiero tener que calentarla otra vez. No estaba pensando en ir ahora a por más retama, estaba pensando en que voy a gastar toda la tarde en traer la retama que me queda, y mañana con colocarla voy a tener bastante. Bueno procura que lo que tengas que hacer hoy, sea hoy cuando te preocupe, y lo que mañana tengas que hacer, te preocupe mañana. Ahora vamos a comer, tengo un estofado que puse esta mañana, con judías verdes lo he probado al apartarlo  y estaba exquisito, espero que cuando nos pongamos a comer continúe estándolo.

 Comieron el estofado que había preparado Rufina por la mañana, sin que éste se hubiera deteriorado un ápice, y continuaron hablando, durante la comida y después de comer. Ya tenían a Rucio, que era lo que los había preocupado desde que terminaron de segar, hasta que Rufina lo vio entrar en su casa. Le estaban arreglando la cuadra para que no tuviera goteras. Habían comprado un buen burro, con el que podían salir a trabajar todos los días. Y a partir de ahora sus preocupaciones tenían que ser otras. Es la vida que pasa argumentó Rufina, cuando resuelves un problema, ya tienes otro que te está esperando, y ¡ ay de los problemas que dejes sin resolver! Tendremos que ir a Almagro, y casa por casa buscar gente que necesite nuestro trabajo, aquello que nosotros podemos hacer, llevar leña, y lavar ropa. 

Pasó Cipriano a la cuadra a recoger a Rucio, para traer las cargas de retama que le quedaban, le puso la albarda y recogió las sogas, le dio agua y lo sacó a la calle, dio un salto y quedó montado en el centro de la albarda, más tieso que un ajo. Durante el camino, mientras llegaba donde había dejado la retama cortada, siguió pensando en lo que Rufina había dicho mientras comían. Tendremos que ir a Almagro, y casa por casa buscar gente que nos necesite.  Sabía lo que éso significaba, era ir de puerta en puerta, como quien pide una limosna.  Si que le iba a costar trabajo, más que ir a por la leña. No es lo mismo ir a buscar trabajo, o que te busquen para trabajar, son dos cosas distintas que en nada se parecen. Pronto llegó a donde había dejado las retamas cortadas, allí estaban todas, no la habían quitado ninguna. 

Ato los cinco haces de retama que necesitaba. Enlazó los dos que tenían que ir abajo, uno a cada lado de la albarda, dejó atado a Rucio a un enebro, muy corto, y amaneandolo para que no se moviera subió los dos primeros haces, que iban enlazados entre si, y a continuación subió uno a uno los tres haces que le faltaban. 

En poco tiempo llegó a su casa, encontró a Rufina jalbegando el patio ¿qué haces le dijo, te vas a poner ahora a jalbegar? Si todavía no hace un año qué lo hiciste. Como ha llovido mucho éste año, y las paredes son viejas, necesitan la cal,  la feria la tenemos encima y las paredes son bajas lo puedo ir haciendo sola. 

 Le encargué el otro día a los del calerín que me trajeran tres fanegas de cal y me las han traído ahora. Estaba preparando para empezar ésta misma tarde, por si más tarde  andamos más atareados. Luego se nos echa el invierno encima y no lo podemos hacer. Haz lo que tú quieras, me parece que a ti el trabajo no te va a faltar nunca.  Desde que nos casamos, y pronto va a hacer un año, siempre que he llegado a casa te he encontrado haciendo algo, parada no te he encontrado nunca.

Bueno vamos a meter la retama ahora y yo iré jalbegando como pueda. Hay tiempo para todo, dijo Rufina y se puso a ayudarle a su marido. Voy a por otra carga, que al menos me quedan dos y quiero terminar ésta tarde. Saltó sobre Rucio y salio andando en busca de la retama que había dejado cortada, mientras Rufina seguía preparando sus bártulos para jalbegar.