IX. Plácido

A Plácido no lo quería dejar su madre ir a la Piedra con sus compañeros de la escuela, eres muy pequeño le decía, acabas de cumplir siete años, todos los que van contigo son mayores que tú, está muy largo y te vas a cansar, en el campo hay muchos peligros y tú no los conoces, no insistas, te puede pasar algo. Hemos acordado juntarnos en la plaza del Comisario después de comer, dijo Plácido a su madre, voy con mis amigos, no me va a pasar nada, ellos me van a proteger de los peligros, se comprometen. Llamaron a la puerta, oyó plácido hablar a sus amigos y le dijo a su madre, ya están ahí, deja que me vaya con ellos.

Al abrir su madre la puerta de su casa, se vio rodeada de chicos que le preguntaban, si iba a dejar que Plácido fuera con ellos a la Piedra Arrastraculos, tener cuidado de él, es muy pequeño y al campo no ha salido nunca, no os lo vayáis a dejar por ahí, les dijo su madre a los chicos. Todos salieron corriendo, con dirección a la Piedra, entre ellos iba Plácido cogido de la mano de dos de ellos.

Cuando Plácido salió de su casa, pensó su madre que había hecho bien en haberlo dejado salir. Era bueno que desde pequeños se acostumbraran a salir, que no fueran miedosos y que aprendieran a manejarse solos, no debían estar siempre bajo las faldas de su madre, se decía a si misma. Desde la ventana de su casa, vio que el Sol estaba llegando a los tejados, ya tenían que estar aquí pensó, salió a la puerta de su casa, no vio a nadie, poco a poco se fue inquietando. Pasó a su casa y muy pronto volvió a salir otra vez a la calle, el sol ya se había ido de los tejados, y por la calle no veía venir a ningún chico. Por su puerta, empezaron a pasar los primeros gañanes que volvían del campo con sus yuntas, y su hijo no había llegado. Muy preocupada fue a casa de una vecina y le preguntó, si había vuelto ya de la Piedra su hijo, que lo había visto entre los que habían ido con su hijo a la Piedra. Si ha estado aquí hace un rato dijo la vecina, ha cogido la merienda, y se ha ido a la plaza, me ha dicho que iba a volver pronto.

Voy a ver si el mío está en la plaza, o veo alguno de los que hayan ido con él y le repregunto, a ver si sabe algo de él y me orienta, si sabe donde pueda estar le dijo. Preocupada y andando deprisa salió la madre de Plácido, pensando que su hijo iba a estar allí, jugando con los otros chicos. Vio cómo se encendía el alumbrado de la calle y pensó: que tengo que hacer yo ahora, si cuando llegue, en la plaza no está. Continuó camino adelante, andando más deprisa de lo que antes lo hacía y muy pronto estuvo en la plaza. Vio que los chicos estaban jugando a la bardilla, no vio al suyo, y empezó a inquietarse reconoció a varios de los chicos, que habían ido a su casa para recoger a su hijo y se acercó a ellos.

Al verla los chicos que estaban jugando, dejaron de jugar y se acercaron a ella. Cuando la madre les preguntó por Plácido, ellos ya sabían lo que le iban a preguntar, contestaron a su madre diciéndole cómo Plácido no había querido seguir adelante, cuando ellos le dijeron lo que iban a hacer una vez que se rescularon unas cuantas veces por la Piedra pequeña. Querían ir a buscar madroños a la Muela, que estaba detrás del cerro donde estaba la Piedra, no nos hemos vuelto a acordar de Plácido hasta que no hemos llegado al pueblo, pero se habían quedado otro chicos con él y hemos pensado que se vendría con ellos. Cuando vimos que allí no encontrábamos madroños, estábamos en el Cerro de la Plaza. Pensamos entonces, que por este Camino de las Arenas llegaríamos antes al pueblo y con menos esfuerzo. Estábamos cerca del camino y no teníamos que subir más cerros, por eso nos hemos venido por el camino de las Arenas, y no hemos vuelto por el Camino de la Piedra. Pero Plácido se tiene que haber venido con los otros chicos al pueblo. Vamos ahora a buscarlo a las casas de estos chicos y si no se ha venido con ellos, salimos enseguida a buscarlo, no sea que se haya quedado dormido. Dijo uno de los chicos, que parecía mayor y más despabilado.

Salieron los chicos corriendo con dirección a las casas de los otros chicos, que se habían quedado con Plácido en el Cerro de la Piedra. La madre permaneció en la plaza, esperando a que volvieran, sumida en el más oscuro desamparo. Pronto volvieron los que minutos antes habían salido en busca de los chicos que se quedaron en la Piedra Arrastraculos con Plácido. Las noticias que trajeron no podían ser más tristes. Los tres niños habían vuelto a su casa juntos, cuando pensaron volver al pueblo, Plácido ya había descansado y decidió irse con los que habían salido a buscar madroños, en contra de los consejos que estos le daban para que se volviera con ellos al pueblo. Quería volver al pueblo con los bolsillos llenos de madroños como los demás.

Estaba anocheciendo, tenemos que salir a buscarlo con faroles, dijo uno de los hombres, que junto con otras personas se habían acercado al oír el llanto de la madre. Los chicos que con él habían ido a La Piedra, querían salir a buscarlo. Ni se os ocurra, dijo el hombre que había hablado antes, no queremos que vengan mujeres ni chicos. Esta noche vamos a buscar a Plácido los hombres. No sea que empecemos buscando a uno y terminemos teniendo que buscar a tres o cuatro. Dirigiéndose a su madre dijo: tú, vete a tu casa, tu hijo va a dormir contigo esta noche. Que dos mujeres busquen en su casa al campanero, y que las campanas de la iglesia toquen enseguida a rebato. Si el campanero no está, que toquen las mujeres que vayan a buscarlo. En el momento que empiecen a tocar, la plaza se va a llenar de hombres, y cuanto antes salgamos, antes se lo traemos.

Cuando las campanas de la iglesia empezaron a tocar, la plaza empezó a llenarse de hombres. Por las cuatro calles que a la plaza daban entraban hombres. Venían en grupos que se iba formando en la calle, al salir de sus casas y coincidir con otros que ya iban, o en la confluencia de las calles. Todos se preguntaban lo que pasaba y aunque ninguno lo sabía, sabían todos que alguien los necesitaba. Todos sabían que cuando las campanas de los pueblos tocan a rebato, alguien los necesita, alguna tragedia está ocurriendo.

Pronto decidieron no esperar más, estaban gente suficiente para buscarlo, decidieron irse a su casa para recoger los faroles y juntarse todos en la Noria del Agua. Salieron todos juntos con intención de llegar pronto a sus casas para recoger los faroles y abrirse  al llegar a la Noria del Agua. Uno de los que formaban el primer grupo preguntó en voz alta ¿lo encontraremos vivo? Si lo encontramos pronto sí, pero si cierra la noche y la busca se alarga, en el monte es fácil que no lleguemos a tiempo, los lobos lo huelen y llegan enseguida, son muy traicioneros.

Grieta en los Alcantarillos

No vamos a esperar a llegar a la Noria del Agua para abrirnos, dijo Clemente. Nos vamos a abrir desde aquí, desde el arroyo y nos vamos a extender, los que aquí estamos, entre el camino de la Decarada y el camino de la Hoya de la Sola, si viene más gente, que yo creo que vendrán. En estos casos nadie se esconde, que se vayan poniendo unos pocos, desde el camino de la Sola hasta la Higuera y vayan dejando unos cincuenta metros entre hombre y hombre. Se dirigió a un hombre mayor, que había en el grupo y le dijo, quédate aquí tú, y a los veinte primeros que vengan, los mandas por el camino de la Higuera y que se vayan extendiendo hasta la Higuera. El resto de los que vayan llegando, que se extiendan desde el camino de la Decarada hasta los barrancos blancos.

Que vayan también separados unos de otros, unos cincuenta metros, y no dejen de dar voces, durante toda la noche hasta que lleguen al Hoyo. Cada uno a unos cincuenta metros del otro, si sobran algunos, que se sigan extendiendo hasta el Castillejo, que el último que salga, vaya a lo largo del camino de las Arenas, y cuando lleguen al camino del Hoyo. Una vez allí, sigan todos camino adelante, hasta llegar al Collado Fino, que es donde todos nos tenemos que juntar, si antes no lo encontramos. Los que van a ir por el camino de la Higuera y por el de la Solana que suban derechos a la cuerda y el último tiene que seguir la cuerda de la Solana de la Higuera, por los Alcantarillos, cruzar los dos collados, seguir por la Morretona, la cuerda de la Umbría de los Pocicos, y cruzar por las cuevezuelas hasta llegar al camino del Guapero, y por él seguir hasta El Collado Fino, que es donde nos vamos a encontrar.

Si para entonces no lo encontramos, suspendemos la busca, vivo ya no lo encontramos. Mañana con el Sol fuera, buscamos los restos, si es que los hay. Encender los faroles y vámonos, que la línea de faroles sea una línea recta y nos sirva para no nos perdernos. Si el aceite se le acaba a alguno, que le pida a los que vayan a su lado. Yo voy a ocupar el centro, si alguno tiene que hacerme alguna pregunta, que corra la voz a sus compañeros, y estos la sigan corriendo hasta que a mi llegue, de la misma forma le daré la respuesta. Encender los faroles y vámonos ya, que el esfuerzo que esta noche vamos a realizar, nos sirva de provecho.

Cerro de la Plaza