Trenillo 2

Escuchar Por correo mandó el Ayuntamiento la oferta, que idearon las mujeres y que firmaron los hombres a la compañía del ferrocarril, que tenía su sede en Madrid. En pocos días, y también por correo, recibieron la respuesta a su escrito. En él le comunicaban el haber recibido este y se daban por enterados de su propuesta. Al mismo tiempo les informaban, que iban a estudiar un nuevo trazado y que tratarían por todos los medios a su alcance de adaptarlo a sus pretensiones. Decían también, que una vez que el proyecto estuviera terminado, se desplazarían técnicos de la empresa a esa población para darles cumplida información del trazado.

Cuando se enteraron las mujeres de la contestación que el ferrocarril había mandado, la recibieron con cierta satisfacción, y al mismo tiempo con cierto recelo. Les satisfacía que estudiaran sus pretensiones, y al mismo tiempo les inquietaba que no concretaran nada. Tenían que esperar a que se hiciera el proyecto, se aprobara este, y se discutiera con ellas las modificaciones que se hubieran introducido. Tenían que esperar, y querían que esta espera,  no fuera demasiado larga.

Aunque les inquietaba un poco la tardanza, todas pensaban que el proyecto saldría adelante, confiaban en el ferrocarril, en  la atenta carta que de él habían recibido, y en que el trazado iba a ser un poco más corto, y por tanto menos costoso, que si lo hacían por el pueblo. Hablaban las mujeres entre ellas, cuando la ocasión les llegaba, cuando se encontraban solas, de lo que los hombres decían en sus casas, de lo que pensaban los discordantes, y de lo que a ellas les parecían sus opiniones. Procuraban siempre hablar teniendo en cuenta que no las oyera nadie que fuese ajena a las implicadas en este asunto.  Pensaban que cualquier indiscreción les podía hacer fracasar al plan que ellas habían ideado.

Las grandes empresas, como los bueyes, se mueven muy despacio. En los cien días que tardaron en recibir la carta, en la que le comunicaban la próxima reunión para darle a conocer el nuevo proyecto, hubo tiempo para todo. Para pensar que lo que faltaba era un mero trámite, y que cualquier día recibirían la comunicación de la empresa fijando fecha y hora para mostrarles el proyecto del nuevo trazado que uniría a nuestro pueblo con los más importantes de la provincia. Pasaban los días, las semanas y los meses sin haber tenido una sola noticia. Parecía que se los hubiera tragado la tierra, se decían unas a otras.

Sentían cierto pesar, cuando pensaban que el ferrocarril podía haber tomado otra decisión, y haber decidido llevar el trazado de la vía por otro pueblo que les diera menos quebraderos de cabeza. Un pueblo en el que las mujeres no mandaran tanto. Algunas sin atreverse a decirlo,  pensaban que su idea había sido equivocada, y que se iban a quedar sin tren por desconfiar de sus maridos. Otras pensaban que, al menos podían haberles  comunicado, aunque hubiera sido con una simple carta, la decisión que habían tomado los consejeros de la empresa, en su última reunión para desviar el trazado. Muchas otras pensaban haber actuado muy a la ligera, dando por buenas las razones de aquella mujer, a la que tanto le indignaba, que los maridos pudieran ir a Valdepeñas o Puertollano a echar “una cana al aire” o como también se decía en aquella época, “a echar una zorra a un centeno”.

Cuando casi nadie esperaba la contestación del ferrocarril, recibieron todos los afectados, de manos del alguacil del Ayuntamiento una carta, que era copia de la que el Ayuntamiento había recibido de la empresa del ferrocarril. En esta carta la empresa comunicaba a los afectados el trazado de la vía. Del nuevo trazado que los técnicos de la empresa habían realizado, para alejar las inquietudes que el anterior había despertado en ellos. También les decía a los afectados que después de la reunión se serviría una copa de vino español, y al mismo tiempo rogaba encarecidamente a los afectados y afectadas, que hicieran llegar esta invitación a sus cónyuges, con cuya presencia se sentirían muy honrados.

Fueron las mujeres las primeras en recibir la carta que el alguacil les había llevado, y por tanto, las primeras en alegrarse con la buena noticia que ésta les traía. Estaban obsesionadas con la trascendencia que aquella carta tenía. Pensaban en que le podían hablar a la compañía del ferrocarril de igual a igual y que el hecho de haber aceptado su propuesta, era algo importante para ellas. Aunque comprendían que su propuesta la había hecho una sola mujer, daban por hecho que la propuesta era de todas. A todas les había parecido bien, y todas se sentían autoras del escrito. Lo que el escrito contenía era lo que todas querían.

Pensaban que todas tenían algo que decir en la reunión, y todas debían expresar sus opiniones. Hasta ahora nadie les había preguntado nada, las decisiones las tomaban los  hombres. Ellas se limitaban a aconsejar a los hombres, los hombres necesitan consejos, decían ellas. Verdad era que en muchas casas las mujeres eran las que tomaban las decisiones, y los hombres eran los que exponían lo que las mujeres pensaban.

Era esto un paso más, algo estaba cambiando. Eran otros tiempos, se sentían contentas con el ferrocarril. Se iban a sentar en una importante reunión con sus maridos. Sus ideas se iban a escuchar igual que las ideas de los hombres, y esperaban no defraudar a nadie.

Se hicieron vestidos nuevos para acudir a la reunión de las que ellas iban a ser protagonistas, aunque sus maridos no lo supieran, y todas ellas iban a expresar sus ideas. Esto sí que era un hecho importante.

Llegó la hora de la reunión del día señalado par debatir con el ferrocarril, acudieron todas al acto agarradas al brazo de sus maridos. Llevaban sus mejores ropas, sus mejores joyas, sus mejores intenciones para darse a conocer, de hacerles ver a los demás cómo eran, cómo pensaban, cómo se preocupaban por el bien de su casa, por el bien de su pueblo, por el bien de  todos.

Para todos era un acto importante. Los iba a recibir una gran empresa, que construía ferrocarriles, era gente importante, la gente con quien iban a tratar. Ellas y sus maridos iban a negociar con los técnicos de la empresa, el trazado de una línea de ferrocarril. Sus opiniones iban a ser oídas.

A la entrada donde se iba a celebrar la reunión, estaban los técnicos que había designado la empresa, para saludarlos, darle la bienvenida y acompañarlos al sitio donde se debían sentar. Se sintieron halagados, sobre todo las mujeres, por la forma elegante y distinguida con que los trataban. Se notaba que era gente con clase, comentaron ellas después. Son gente educada, cuchicheaban entre ellas, gusta que te traten así, decían algunas, mientras las demás asentían con la cabeza. Poco a poco fueron sentándose todos en el lugar que previamente le habían asignado a cada uno, y muy pronto empezó la asamblea, en la que uno de ellos hizo la presentación de las personas, que en nombre del ferrocarril iban a intervenir en aquel acto.

La asamblea fue una acto que satisfizo a todos. Todos salieron contentos. Salieron contentos los representantes del ferrocarril, que comprendieron la inquietud y el miedo que había creado en aquellas familias la llegada a sus casas de la locomotora. Soltando fuego por su chimenea a cualquier hora del día o de la noche, sembrando con su pitido y con sus llamaradas la inquietud y el miedo entre sus vecinos.

Salieron contentos los vecinos, que con este trazado los iban a dejar tranquilos las mujeres. Las que con sus miedos a la llegada del tren no los iban a dejar de dormir durante todo el verano. Y sobre todo salieron contentas las mujeres, que con la decisión tomada por la empresa de cambiar el trazado del ferrocarril, veían alejarse el fantasma de ver a sus maridos, arreglados y limpios, dirigirse al tren.

Terminada la asamblea, y llegada la hora de la limonada, del vino y de las tapas, todos estaban contentos, más que contentos eufóricos. Todo había salido a pedir de boca. El Vino Español que se sirvió a continuación, también fue un éxito, corrieron el vino y la limonada de copa en copa, y los aperitivos fueron buenos y abundantes. Llegada la hora de las despedidas, todos los problemas estaban resueltos. Todos habían llegado a la conclusión, que cuando surge un enfrentamiento ante dos posturas encontradas la mejor solución es discutirlas, ver las ventajas y los inconvenientes que cada una tiene, y llegar al convencimiento, que la mejor es  la que más apoyos tiene. Y la que más apoyo tiene, es a la que a más gente beneficia.