Leñadores 23

Cuando al atardecer abrió Cipriano la puerta de su casa, no esperaba su mujer que fuera a volver tan pronto. Al verlo sobre el quicio de la puerta, le preguntó esta ¿y tú qué haces aquí, no estabas en Almodóvar? Lo que tenía que hacer en Almodóvar ya lo traigo hecho, contestó Cipriano. Sabes tú que cuando tengo que hacer una cosa, no ando dándole vueltas y en una feria siempre es mejor comprar al principio que al final. Y esta burra no la hubiera podido comprar el último día, otro la hubiera comprado antes que yo. Salió Rufina intrigada a la puerta de la calle, y desde el travesaño de la puerta, quedó un rato mirando a la burra, miró a su marido y le dijo, es verdad lo que dices, esta burra no hubiera estado en la cuerda hasta el último día, se hubiera vendido antes.

Las vecinas, que desde sus puertas habían visto llegar a Cipriano montado en Rucio y con la burra atada a la albarda, pensaron que Cipriano venía de Almodóvar y que la burra que venía atada a la albarda de Rucio la había comprado en la feria. Al ver salir a Rufina, y quedarse mirando el animal con tanto interés, se fueron acercando a donde estos estaban, preguntando a Cipriano, si venía de Almodóvar, a lo que este, con cara de satisfacción, contestaba afirmativamente. Durante un rato fue acercándose gente en torno a las vecinas que se habían acercado para ver la burra que Cipriano había traído de la feria. Todos los comentarios coincidían en lo fuertes y hermosos que eran los dos animales y en la coincidencia que se había dado, de tener el mismo pelo y la misma estrella blanca en la cabeza.

Poco a poco el corro que la gente había formado en torno a los burros se fue haciendo más pequeño. Al despedirse la gente felicitaba a los dueños por los dos hermosos burros, que habían logrado juntar y se despedían deseándoles suerte, y que Dios se los conservara muchos años. Cuando se fueron los últimos, desató Cipriano la soga que ataba la burra a la albarda de Rucio y dándole el ramal del burro a su mujer, le dijo: toma este y tira de él, mételo en la cuadra, yo voy detrás de ti, tirando de la burra, para que esta pase sin asustarse. Cuando pases dentro de la cuadra, pones a Rucio pegado a la pared que hay a la espalda del pesebre, esperas a que yo ate a esta y cuando la haya atado, sacas tú a Rucio al corral, que esta noche van a dormir separados por si se pegan, y mañana los observamos y si estando sueltos, no se pegan, metemos a los dos en la cuadra.

Hicieron las cosas como Cipriano había dicho y salieron los dos de la cuadra sin tener ningún incidente. Rufina se fue a la cocina para preparar la cena y Cipriano se quedó echándoles pienso y cerrando puertas. Poco después se juntaban en la cocina. Mientras cenaban, Cipriano fue dando cuenta a su mujer cómo se había ido desenvolviendo el día y de los incidentes más importantes que lo habían marcado.

El primer día que salió Cipriano dispuesto para hacer dos cargas de leña. Cogió tiempo suficiente para volver con la leña al tiempo que llegaban al pueblo los otros leñadores, no quería tomar fama de rezagado, por eso madrugó más y al salir el Sol, ya estaba cortando leña en las Berenjenas, se había quedado un poco más cerca del pueblo, tratando de quitarle al camino ese tiempo más que iba a necesitar para hacer la leña, y no prolongar demasiado la vuelta a la casa, pensaba que el hecho de salir todos los días a por dos cargas de leña era algo que iba ser comentario en el pueblo durante algunos días, aunque pensaba también, que el paso del tiempo, igual que otras cosas acabaría borrándolo. Esa fue la causa principal de salir más temprano, madrugaba más para volver antes, tratando siempre de evitar las críticas en lo posible. Conocían bien la idiosincrasia del pueblo donde vivían y trataban de evitar que sus vecinos les colgaran algún sambenito a lo que tan aficionados eran sus vecinos.

Cuando Cipriano llegó a su casa con sus dos cargas de leña hechas, ya tenia hecha Rufina la comida, acababa de hacerla, sabía que no tardaría en llegar, por eso había cogido más tiempo, había salido antes para no retrasar la llegada. Llamó Cipriano a su mujer desde la puerta para que sujetara a los burros mientras los descargaba y al preguntar este por la comida, contestó Rufina  diciendo, ya esta preparada, sabía que ibas a volver pronto, por eso has madrugado. Siempre vas delante de mí, por más que busque la forma de sorprenderte, nunca lo consigo, tendré que ir detrás de ti toda mi vida, reconoció Cipriano a su mujer.

Con una sonrisa agradeció Rufina a su marido el cumplido que su marido acababa de hacerle, y una vez colocada la leña en la acera pasaron los burros a la cuadra, le echaron pienso y se dispusieron a comer. Durante la comida, comentó Rufina a su marido, la necesidad que iban a tener de buscar un cercado o corral de alquiler, donde poder meter la leña desde que llegaba a la puerta de casa hasta cargarla al día siguiente para llevarla a vender. Ocupamos mucho espacio en la acera, y nos van a llamar la atención para que no lo hagamos, y entonces vamos a tener que andar a carreras para buscarlo. Sería mejor que  fuéramos buscándolo antes que nos lo tengan que decir. Antes de terminar de solucionar un problema, ya tienes otro preparado Rufina, ¿no se te ha ocurrido pensar que si pensaras un poco menos, podríamos vivir más tranquilos, más descansados?

Para hacer las cosas bien hay que pensarlas, dijo Rufina a su marido, es pensándolas mucho y a veces te equivocas, si no las piensas, no sé como vas a salir adelante. Si no piensas tendrás que tropezar muchas veces y con tantos tropiezos, tendrás que tener algunas caídas, y de las caídas, tienes que levantarte, si puedes. Por eso tenemos la obligación de pensar para no tropezar. Si tropiezas, necesitas pensar para no caer, y si te caes, para poder levantarte. Por eso al levantarte lo primero que tienes que hacer para no tropezar es pensar y durante el día tienes que seguir pensando para no caerte, y si te caes para poderte levantar, y si no te puedes levantar, tienes que pensar para pedir ayuda. Por eso, cuando te levantes, empieza a pensar y ve haciendo cosas que tengas pensadas, y de esta forma te será más difícil tropezar, más difícil caerte y si te caes, te será más fácil levantarte.

Mira Rufina, dijo Cipriano, con todo lo que me has dicho, soy incapaz de hilvanar un razonamiento, pienso que si lo has dicho es porque es verdad, por que lo sabes, pero yo soy incapaz de seguir lo que dices, me lo creo, pero no lo sigo. Adonde tú llegas, yo no puedo llegar, aunque quiera, no puedo. Yo estoy hecho para pensar menos, para pensamientos más cortos. Por eso tú siempre vas delante de mí y siempre llego tarde donde tú estás. A partir de ahora, te vas a encargar tú de pensar las cosas importantes que haya que pensar en la casa, las piensas y las resuelves tú, y luego me las cuentas, que yo lo que tu digas, lo doy por bueno y lo hago.

Rió Rufina con la argumentación que Cipriano estaba desarrollando y una vez que este la dio por terminada le dijo: Mira, Cipriano, para aprender a pensar, se aprende pensando, o para aprender a segar, se aprende segando, o para aprender a leer se aprende leyendo, o para aprender a escribir se aprende escribiendo. Todos tenemos un cerebro, que nos sirve para pensar, y a él tenemos que recurrir para solucionar los problemas que a nosotros lleguen y nos inquieten. Como hemos dicho antes para aprender a pensar, se aprende pensando, y cuando a nosotros nos llegue un problema que nos inquiete, y que aparentemente no tengamos una solución adecuada, tenemos que buscarla nosotros, y a quien le tenemos que pedir esa solución, en primer lugar, es a nosotros mismos, luego cuando no encontremos una solución adecuada, si es que no la encontramos, podremos solicitar ayuda a quienes nos puedan ayudar.

Podemos pedir apoyos a la familia, a los amigos, a los conocidos, a los profesionales, a aquellos que creamos que nos pueden ayudar a solucionar el problema que nos afecta. Tienes que buscar ayuda cuando tú solo no encuentres la solución que buscas. Si estas enfermo, la mejor solución, te la dará un médico, y si tienes una gotera en tú casa, la mejor solución te la dará un albañil, y si el problema lo tienes con tu mujer, háblalo con ella. Cuando el problema que te afecta, afecta también a otro, la mejor forma de solucionarlo es hablarlo entre ambos y de esta forma podéis encontrar una solución que os valga a los dos. Un mal acuerdo siempre será mejor que un buen pleito, dice un refrán.

Ya hacía un rato que habían terminado de comer, cuando terminaron de hablar. Se levantó Rufina a recoger la  mesa, y Cipriano fue a la cuadra, a darle una vuelta a los animales. Al salir Cipriano de la cuadra, le dijo a su mujer, voy a ver si está Santiago en el huerto, y me trae un ciento de ladrillos. Tengo que  hacer más grande el pesebre para que al comer, los animales tengan espacio suficiente y no se molesten. Voy a hacer un pesebre más para que cada uno tenga su pesebre.

Ahora  que está el tiempo bueno pueden dormir fuera un par de noches, arropados con una manta de cujón y cuando pasen un par de días, pueden volver otra vez a la cuadra. Salió Cipriano a la calle en busca de Santiago el del Calerín, para que este le trajera los ladrillos, de esta forma pasarían dignamente alojados el poco tiempo que al invierno le quedaba.