La emotividad la podemos encontrar, a veces en los actos más sencillos e intrascendentes de la vida, todo depende de la forma de contar los hechos, depende siempre de quién nos lo cuente, de la persona encargada de trasmitir el hecho relatado. En el mismo hecho dos personas distintas pueden ver distintos motivos a resaltar, los mismos actos provocan en diferentes personas diferentes formas de interpretar la misma realidad.
En el Romancero, y a través de estos anónimos poetas, vemos la realidad que estos poetas nos muestran de forma distinta a como nosotros la hubiéramos podido ver. Sin embargo, a la misma persona, el mismo relato, puede despertar sensaciones distintas contado por diferentes narradores.
Si miramos detenidamente el romance del pastor desesperado podemos ver la versión que nos da el poeta anónimo que lo creó, y podemos imaginarnos la visión que podía habernos dado del mismo hecho cualquier otro lugareño, menos sensible, que nos hubiera hecho el mismo relato.
No cabe duda que el poeta anónimo que escribió “el Pastor Desesperado” era un gran poeta lírico, prueba de ello ha siso, que pasados los siglos, hoy sigan teniendo vigencia. Este romance se sigue cantando en recitales, Paco Ibáñez entre otros lo ha musicalizado y quizá mil años después de que algún juglar lo creara puede oírse en la voz de otros actualizados juglares, que lo trasmiten en sus discos y en sus recitales.
Es El Pastor Desesperado, uno de los más hermosos poemas de amor del Romancero Castellano. Como casi siempre, las más bellas historias de amor, terminan mal, y este romance, no iba a ser una excepción, también termina mal. Termina con la muerte del Pastor Enamorado, protagonista principal de esta bella historia de amor y de muerte.
ROMANCE DEL PASTOR DESESPERADO
Por aquel lirón arriba
lindo pastor va llorando;
del agua de sus ojos
el gabán lleva mojado.
-Buscaréis, ovejas mías,
pastor más aventurado,
que os lleve a la fuente fría
y os caree con su cayado
¡Adiós, adiós, compañeros,
las alegrías de antaño!
Si me muero deste mal,
no me enterréis en sagrado;
no quiero paz de la muerte,
pues nunca fui bien amado;
enterréisme en prado verde,
donde paste mi ganado,
con una piedra que diga:
“Aquí murió un desdichado;
murió del mal de amor.
que es un mal desesperado.”
Ya le enterraron al pastor
en medio de verde prado,
el son de un triste cencerro,
que no hay allí campanario.
Tres serranitas le lloran
al pie del monte serrano;
una decía: “Ay mi primo”,
otra decía, ¡Hay mi hermano!
la más chiquitas del ellas:
“Adiós lindo enamorado,
mal te quise por mi mal
siempre viviré penando”.
Romance del Prisionero
Es un poema completo, concretamente un romance anónimo que pertenece al Romancero Viejo. Esta clase de romances se ha transmitido oralmente desde su creación, por el poeta anónimo que lo escribiera, hasta la llegada de la imprenta.
Pertenece al género lírico porque en él se cuenta el estado de ánimo del único personaje del relato. El protagonista, expone en el relato, su tristeza, su estado interior, sus más íntimos sentimientos, condicionados por el estado de ánimo que le produce la prisión en la que se encuentra.
«Romance del prisionero»
Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
Cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Mató mela un ballestero ;
¡déle Dios mal galardón.
ROMANCE DE DON BUESO
Rafael Alberti
El romance tradicional de Don Bueso, o de La hermana cautiva relata la aventura fronteriza del caballero que, yendo a tierras extrañas en busca de amores, encuentra a su hermana, cautiva por los moros desde tiempos atrás. El regreso a casa de la desdichada niña es de un realismo conmovedor. La tradición oral ha mantenido con singular viveza esta historia, transmitida durante siglos en todo el mundo hispánico en versiones poética y musicalmente diversas, adaptadas unas al canto melancólico propio del norte peninsular, y otras al festivo de la navidad andaluza.
Lunes era, lunes
de Pascua florida,
guerrean los moros
los campos de Oliva.
¡Ay campos de Oliva,
ay campos de Grana,
tanta buena gente
llevan cautivada!
¡Tanta buena gente
que llevan cautiva!,
y entre ellos llevaban
a la infanta niña;
cubierta la llevan
de oro y perlería,
a la reina mora
la presentarían.
—Toméis, vos, señora,
esta cautivita,
que en España toda
no la hay tan bonita;
toméis vos, señora,
esta cautivada,
que en todo tu reino
no la hay tan galana.
No la quiero, no,
a la cautivita,
que el rey es mancebo,
la enamoraría.
—No la quiero, no,
a la cautivada,
que el rey es mancebo,
la enamorara.
—Mandadla, señora,
con el pan al horno,
allí dejará
hermosura el rostro;
mandadla, señora,
a lavar al río,
allí dejará
hermosura y brío.
Paños de la reina
va a lavar la niña;
lloviendo, nevando,
la color perdía;
la niña lavando,
la niña torciendo,
aun bien no amanece
los paños tendiendo.
Madruga Don Bueso
al romper el día,
a tierra de moros
a buscar amiga.
Hállola lavando
en la fuente fría:
—Quita de ahí, mora,
hija de judía,
deja a mi caballo
beber agua limpia.
—¡Reviente el caballo
y quien lo traía!,
que yo no soy mora
ni hija de judía,
sino una cristiana
que aquí estoy cautiva.
—¡OH qué lindas manos
en el agua fría!,
¿si venís, la niña,
en mi compañía?
¡OH qué blancas manos
en el agua clara!
¿si queréis, la niña,
venir en compaña?
—Con un hombre solo
yo a fe no me iría,
por los altos montes
miedo te tendría.
—Juro por mi espada,
mi espada dolida,
de no hacerte mal,
más que a hermana mía.
—Pues ir, caballero,
de buen grado iría.
¿Paños de la reina
yo qué los haría?
—Los de grana y oro
tráelos, vida mía,
los de holanda y plata
al río echarías.
Y digas, la niña,
la niña garrida,
¿has de ir en las ancas
o has de ir en la silla?
—Montaré en las ancas
que es más honra mía.
Tomola don Bueso,
a ancas la subía.
Tierras van andando,
tierras conocía,
tierras va mirando
da en llorar la niña.
—¿Por qué lloras, flor,
por qué lloras, vida?,
¡maldígame Dios
si yo mal te haría!
—¡Ay campos de Grana,
ay campos de Oliva,
veo los palacios
donde fui nacida!
Cuando el rey mi padre
plantó aquí esta oliva,
él se la plantaba,
yo se la tenía,
mi madre la reina
bordaba y cosía,
yo como chiquita
la seda torcía,
mi hermano don Bueso
los toros corría;
yo como chiquita
la aguja enhebraba,
mi hermano don Bueso
caballos domaba.
¡Abrid puertas, madre,
puertas de alegría,
por traeros nuera
traigo vuestra hija!
—¡Si me traes nuera,
sea bien venida!
Para ser mi hija,
¡qué descolorida!
—¿Qué color, mi madre,
qué color quería,
si hace siete años
que pan no comía,
si no eran los berros
de una fuente fría
do culebras cantan,
caballos bebían?
¡Si no eran los berros
de unas aguas margas
do caballos beben
y culebras cantan!
¡Válgame Dios, valga,
y Santa María!
¡Ay campos de Grana,
ay campos de Oliva!
ROMANCE DEL CAUTIVO
Mi padre era de Ronda
y mi madre de Antequera;
cautivaron me los moros
entre la paz y la guerra,
y llevaron me a vender
a Vélez de la Gomera.
Siete días con sus noches
anduve en el almoneda,
no hubo moro ni mora
que por mí una blanca diera,
sino fuera un perro moro
que cien doblas ofreciera,
y me llevara a su casa,
echaramé una cadena.
Dábame la vida mala,
dábame la vida negra:
de día majaba esparto,
de noche molía cibera,
echo me un freno a la boca
porque no comiese de ella,
Pero plugo a Dios del cielo
que tenía el ama buena;
cuando el moro se iba a caza
quitaba me la cadena;
echaba me en su regazo,
mis regalos me hiciera,
espulgaba me y limpiaba
mejor que yo mereciera;
por un placer que le hice
otro muy mayor me hiciera:
diérame casi cien doblones
en libertad me pusiera,
por temor que el moro perro
quizá la muerte nos diera.
Así plugo a Dios del cielo
de quien mercedes se espera
que me ha vuelto a vuestros brazos
como de primero era.
MORIANA LA CAUTIVA
Igual que el Romance del Prisionero, este romance, nos cuenta la tristeza que invade a esta Moriana, que a diferencia de la Moriana del veneno, es cristiana y prisionera en tierra de moros. Moriana escucha las quejas de quien era su enamorado, su marido o su amante, mientras ella estaba jugando a las tablas, con quien probablemente fuera su secuestrador, con el que ahora mantiene una estrecha relación amorosa.
Moriana en un castillo
con ese moro Galván
jugando estaba a las tablas
por mayor placer tomar.
Cada vez que el moro pierde
bien perdía una ciudad;
cuando Moriana pierde
la mano le da a besar;
del placer que el moro toma,
adormecido se ha.
Tendió la vista Moriana,
caballero vio asomar;
llorando viene y gimiendo
palabras de gran pesar:
—¡Arriba, canes, arriba,
que mala rabia os mate!;
en jueves matáis el puerco
y en viernes coméis la carne.
¡Ay que hoy hace los siete años
que ando por aquestos valles,
trayendo los pies descalzos,
las uñas corriendo sangre,
buscando triste a Moriana,
la hija del imperante!,
la cautivaron los moros
la mañana de san Juan,
cogiendo rosas y flores
en las huertas de su padre.
Bien le conoce Moriana
con alegría y pesar;
Lágrimas de los sus ojos
en la faz del moro dan.
Con pavor recordó el moro
y comenzara de hablar:
—¿Qué es esto, la mi señora?
¿Quién vos ha hecho pesar?
Si os enojaron mis moros,
luego los haré matar;
o si las vuestras doncellas,
árelas bien castigar;
y si pesar los cristianos,
yo los iré a conquistar.
ROMANCE DE JULIANESA.
El romance de Julianesa es el mismo romance que el de Moriana y el moro Galván, o el Romance de Moriana cautiva. Probablemente, cuando se escribió la segunda versión, llevaría muchos años muerto el juglar que escribió la versión primera y quien la copió, quiso darle un nombre nuevo que estuviera más acorde con la idea que el tenía de lo que pensaba que debiera ser el romance que iba a dar como suyo.
¡Arriba, canes, arriba!
¡que mala rabia os mate!
En jueves matáis el puerco
y en viernes coméis la carne.
Ya hace hoy los siete años
que ando por este valle,
pues traigo los pies descalzos,
las uñas corriendo sangre;
pues como las carnes crudas
y bebo la roja sangre.
Busco, triste, a Julianesa,
la hija del imperante,
pues me la han tomado moros,
mañanica de Sant Juane
cogiendo rosas y flores
en un vergel de su padre.
Oído lo ha Julianesa,
que en brazos del moro estáe,
las lágrimas de sus ojos,
al moro dan en la face.
El romance de la mora Moraima es un romance de amor, un romance de deseo, la protagonista es una mujer joven, como ella misma dice, morilla de bel catar . Podríamos decir aquí, sin temor a equivocarnos que era una mocilla ardiendo en deseos de tener un hombre entre sus brazos, y tal vez por eso no encontrara su brial.
ROMANCE DE LA LOBA PARDA
Se le atribuye a los pastores de Extremadura el mérito de haber creado el más bello y emotivo romance pastoril español. Su popularidad y su área de difusión, es al menos tan grande como España, y pienso, que no se ha hecho una sola publicación en castellano del romancero, donde no esté incluido este romance. Por esto vamos con esta establecida costumbre de incluirla aquí, igual que otros ha hecho, que nos hace ver la distancia existente entre los dueños de tierra y los trabajadores que la explotan, y a pesar de esto, como defienden el ganado que guardan, aunque los dueños sean otros.
Estando yo en la mi choza
pintando la mi callada,
las cabrillas altas iban
y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas,
no paran en la majada.
vi. de venir siete lobos
por una oscura cañada.
Venían echando suertes
cuál entrará a la majada;
le tocó a una loba vieja,
patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos
como punta de navaja.
Dio tres vueltas al redil
y no pudo sacar nada;
a la otra vuelta que dio,
sacó la borrega blanca,
hija de la oveja churra,
nieta de la orejisana,
la que tenían mis amos
para el domingo de Pascua.
-¡Aquí, mis siete cachorros,
aquí, perra trujillana,
aquí, perro el de los hierros,
a correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega,
cenaréis leche y hogaza,
y si no me la cobráis,
cenaréis de mi callada.
Los perros tras de la loba
las uñas desmigajaban;
siete leguas la corrieron
por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito
la loba ya va cansada:
-Tomad, perros, la borrega,
sana y buena como estaba.
-No queremos la borrega
de tu boca alobadada,
que queremos tu pelleja
para hacer una zamarra;
el rabo para correas,
para calzarse las bragas;
de la cabeza un zurrón,
para meter las cucharas;
las tripas para vihuelas,
para que bailen las damas.
Moraima
Yo me era mora Moraima
Morilla de bel catar,
Cristiano vino a buscarme
hablome en algarabía,
como aquel que la bien sabe:
-Ábreme las puertas, mora,
sí Alá te guarde de mal.
-¿Cómo te abriré, mezquina,
que no sé quién te serás?
-Yo soy el moro Mazote,
hermano de la tu madre,
que un cristiano dejó muerto,
tras mí venía el alcalde.
Si no me abres tú, mi vida,
aquí me verás matar.
Cuando esto oí, coitada,
comiénceme a levantar,
vistierame una almejía
no hallando mi brial,
fuérame para la puerta
y abrila de par en par.
ROMANCE DE LAS TRES CAUTIVAS
Pertenece este romance igual que los cinco anteriores a esa parte del romancero, donde nos cuentan, una parte de la vida diaria de la reconquista, el diario acontecer de los que sufren la esclavitud que conlleva la guerra. Sus protagonistas son los olvidados, los que permanecen encerrados en las mazmorras, esperando que por ellos paguen una importante suma de dinero, que quien la tiene que pagar, no lo puede hacer, porque carece de medios, o por que el encarcelado estorba fuera y se tiene que morir en una mazmorra, como le pasa al protagonista del Romance del Prisionero, o como le pasó a don García, hijo del rey Fernando I de Castilla, que a la muerte de su padre, este le deja Galicia a título de reino. Y una vez muerto su padre, su hermano Sancho II, que era el primogénito, invade su reino, se lo arrebata, lo hace prisionero y lo encierra en un castillo, a las afueras de Valladolid. A la muerte de Sancho II en el cerco de Zamora, su hermano Fernando, es nombrado rey de Castilla, después de la jura en Santa Gadea, donde el Cid Campeador, por encargo de las cortes de Castilla le hace jurar que no ha sido ni consentido en la muerte de su hermano. Cuando el nuevo rey de Castilla toma posesión de su reino, se olvida de su hermano don García que seguía prisionero en Valladolid, y allí quedó don García, prisionero hasta su muerte, por el mero hecho de que su padre lo nombrara rey de Galicia.
En el campo moro,
entre las olivas,
allí cautivaron
tres niñas perdidas;
el pícaro moro
que las cautivó
a la reina mora
se las entregó.
– Toma, reina mora,
estas tres cautivas,
para que te valgan,
para que te sirvan.
– ¿Cómo se llamaban?,
¿Cómo les decían?
– La mayor Constanza,
la menor Lucía,
y la más chiquita,
la llaman María.
Constanza amasaba,
Lucía cernía,
y la más chiquita
agua les traía.
Un día en la fuente,
en la fuente fría,
con un pobre viejo,
se halló la más niña.
– ¿Dónde vas, buen viejo,
camina, camina?
– Así voy buscando
a mis tres hijitas.
– ¿Cómo se llamaban?
¿Cómo les decían?
– La mayor Constanza,
la menor Lucía,
y la más pequeña,
se llama María.
– Usted es mi padre.
– ¡Tú eres mi hija!
– Yo voy a contarlo
a mis hermanitas.
– ¿No sabes, Constanza,
no sabes, Lucía,
que he encontrado a padre
en la fuente fría?
Constanza lloraba,
lloraba Lucía,
y la más pequeña
de gozo reía.
ROMANCE DE MARQUILLOS.
¡Cuán traidor eres, Marquillos!
¡Cuán traidor de corazón!
Por dormir con tu señora
habías muerto a tu señor.
Desque lo tuviste muerto
quitástelé el chapirón;
fuéraste al castillo fuerte
donde está la Blanca Flor.
-Ábreme, linda señora,
que aquí viene tu señor;
si no lo quieres creer,
veis aquí su chapirón.
Blanca Flor, desque lo viera,
las puertas luego le abrió;
echóle brazos al cuello,
allí luego la besó;
abrazándola y besando
a un palacio la metió.
-Marquillos, por Dios te ruego
que me otorgases un don:
que no durmieses conmigo
hasta que rayase el sol.
Marquillos, como es hidalgo,
el don luego le otorgó;
como viene tan cansado
en llegado se adurmió.
Levantóse muy ligera
la hermosa Blanca Flor,
tomara cuchillo en mano
y a Marquillos degolló.
La misa del amor
Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando damas y galanes
van a oír misa mayor.
Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya,
mantellina de tornasol,
camisa con oro y perlas
bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca,
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol;
así entraba por la iglesia
relumbrando como el sol.
Las damas mueren de envidia,
y los galanes de amor.
El que cantaba en el coro,
en el credo se perdió;
el abad que dice misa,
ha trocado la lección;
monaguillo que le ayuda,
no acierta responder, no,
por decir amén, amén,
dice amor, amor.
Romance del veneno de Moriana
El romance de esta Moriana vengativa que vamos a ver ahora, es la venganza por un abandono amoroso. Cuando don Alonso le comunica a Moriana su próxima boda, y la invita a asistir a ella, es cuando esta prepara el veneno, que ya debía tener guardado con anterioridad. Cuando entra en su cuarto y nos dice el poema: Tres onzas de solimán / con el acero ha molido, de la víbora los ojos, / sangre de un alacrán vivo. Esto nos debe hacer pensar, que envenenar a don Alonso, lo había programado Moriana con tiempo suficiente, para no estar preparando los ingredientes para hacer el veneno en el momento que lo iba a necesitar. Hay mas romances de Moriana, donde Moriana es mora o cristiana, según le venga al autor y con otros temas que no son el veneno, aunque, al menos en los romances que yo conozco, el argumento, gira siempre en torno al amor.
Madrugaba don Alonso
a poco del sol salido;
convidando va a su boda
a los parientes y amigos;
a las puertas de Moriana
sofrenaba su rocino:
—Buenos días, Moriana.
—Don Alonso, bien venido.
—Vengo a brindarte Moriana,
para mi boda el domingo.
—Esas bodas, don Alonso,
debieran de ser conmigo;
pero ya que no lo sean,
igual el convite estimo,
y en prueba de la amistad
beberás del fresco vino,
el que solías beber
dentro, en mi cuarto florido.
Moriana, muy ligera
en su cuarto se ha metido;
tres onzas de solimán
con el acero ha molido,
de la víbora los ojos,
sangre de un alacrán vivo:
—Bebe, bebe, don Alonso,
bebe de este fresco vino.
—Bebe primero, Moriana,
que así está puesto en estilo.
Levantó el vaso Moriana,
lo puso en sus labios finos;
los dientes tiene menudos,
gota dentro no ha vertido.
Don Alonso, como es mozo,
maldita gota ha perdido.
—¿Qué me diste, Moriana,
qué me diste en este vino?
¡Las riendas tengo en la mano
y no veo a mi rocino!
—Vuelve a casa, don Alonso,
que el día ya va corrido
y se celará tu esposa
si quedas acá conmigo.
—¿Qué me diste, Moriana,
que pierdo todo el sentido?
¡Sáname de este veneno,
yo me he de casar contigo!
—No puede ser, don Alonso,
que el corazón te ha partido.
—¡Desdichada de mi madre
que ya no me verá vivo!
—Más desdichada la mía
desque te hube conocido. ero;
Romance de la gentil dama y el rústico pastor
Está se la gentil dama
paseando en su vergel,
los pies tenía descalzos,
que era maravilla ver;
desde lejos me llamara,
no le quise responder.
Respondile con gran saña:
-¿Qué mandáis, gentil mujer?
Con una voz amorosa
comenzó de responder:
-Ven acá, el pastorcillo,
si quieres tomar placer;
siesta es del mediodía,
que ya es hora de comer,
si querrás tomar posada
todo es a tu placer.
-Que no era tiempo, señora,
que me haya de detener,
que tengo mujer y hijos,
y casa de mantener,
y mi ganado en la sierra,
que se me iba a perder,
y aquellos que me lo guardan
no tenían qué comer.
-Vete con Dios, pastorcillo,
no te sabes entender,
hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
delgadita en la cintura,
blanca soy como el papel,
la color tengo mezclada
como rosa en el Rosell,
el cuello tengo de garza,
los ojos de un esparver,
las teticas agudicas,
que el brial quieren romper,
pues lo que tengo encubierto
maravilla es de lo ver.
-Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.
El romance conocido como Romance de la Gentil Dama y del rústico pastor es un romance que pertenece al romancero viejo, de autor anónimo,, fechado en el siglo XVI. El hecho que este romance se publicara en el siglo XVI no quiere decir que se escribiera entonces. Los romances se compusieron en la Edad Media y se transmitieron de forma oral de generación en generación. Ya a finales del siglo XV y durante el XVI, abundarán las colecciones de romances, y se afianzará una de las manifestaciones más genuinas de la literatura tradicional española: el Romancero.
Este romance desarrolla un asunto novelesco, un capitulo más de la vida, el deseo de una dama de compartir su siesta y su cama con el pastor que va en busca de su ganado. Este no cede a los deseos de la dama, a pesar de que esta lo llama con insistencia. Este tipo de romances alcanzan altas cotas de originalidad y de valor literario. Son fruto de la invención, no se inspiran en acontecimientos históricos ni en ciclos literarios; son fruto del hacer colectivo y desarrollan leyendas universales y motivos folclóricos.
El tema, se centra es el rechazo del pastor ante las acometidas carnales de su pretendienta. Impertérrito y digno ante las acometidas de tan hermosa mujer aduce como razones de su negativa su mujer, sus hijos y sus obligaciones como pastor
LANZAROTE Y EL CIERVO DEL PIE BLANCO
El rey tenía tres hijos,
todos tres los maldecía:
Uno se le volvió perro,
que en cadenas lo tenía;
otro se le volvió moro,
moro de la morería,
y el otro se volvió ciervo,
ciervo que al monte se iría.
-No me pesaba del perro,
sino el alma que perdía;
ni me pesaba del moro,
sino en la ley que vivía,
que come la carne en viernes
y bebe del agua fría.
De quien me pesa es del ciervo,
que por los montes corría
comiendo manos de hombre,
que otra cosa no comía.-
A la puerta de la iglesia
a pregonar un día
que al que le trajese el ciervo
mil ducados le daría
y a la infanta coronada,
con ella le casaría.
Salen duques, salen condes,
y el ciervo no parecía.
Baltasar se alabó
entre las damas un día
que él solo mataba al ciervo,
solito, sin compañía.
Baltasar tenía un caballo
que al par del viento corría;
cogió la espada en la mano,
la su espada guarnecida,
se tiró ese lomo abajo,
se tiró ese lomo arriba
y ha encontrado un ermitaño
que hacía la santa vida:
-Por Dios te pido, ermitaño,
y por la Virgen María,
ese ciervo del pie blanco
¿donde tendría su guarida?
-Por aquí ha pasado un ciervo
tres horas antes del día,
comiendo manos de hombre,
que otra cosa no comía;
no deja duques ni condes,
ni cosa que sea viva.-
-Arriba, caballo, arriba,
con mi espada guarnecida,
tengo de matar al ciervo
aunque me cueste la vida.-
Allí lo hallara durmiendo
al pie de una fuente fría.
El ciervo, de que lo oyó,
a Baltasar se vendría:
-Yo bien sabía, Baltasar,
que en busca mía venías,
aquel que te mandó acá
poco estimaba tu vida.-
Allí formaron la guerra,
Baltasar la vencería:
le mató cuatro leones
y una leona parida;
lo amarra de pies y manos
y con el ciervo camina.
Desque los vio el rey venir,
de contento lloraría:
-Vamos a contar monedas,
que para ti las tenía.
-Yo no quiero las monedas,
que yo monedas tenía,
lo que quiero es a la infanta
que me tiene prometida;
si palabra de rey vale,
debiera de ser cumplida.
—-Se cantaba ya en el siglo XV. Nebrixa cita este “romance antiguo” dos veces en su Gramática sobre la lengua castellana, impresa en Salamanca en 1492, para ejemplificar dos características métricas de los romances viejos: la asonancia (el consonar sólo las vocales) y el verso de “diez e seis sílabas”. En el primer caso, los versos citados son:
-Digas tú, el hermitaño, que hazes la vida santa:
–Aquel ciervo del pie blanco ¿dónde haze su morada?.
-Por aquí passó esta noche un ora antes del alva.
y en el segundo:
-Digas tú, el ermitaño, que hazes la santa vida,
aquel ciervo del pie blanco ¿dónde haze su manida?
Aunque quepa pensar que Nebrixa conociera el romance en dos versiones de distinto asonante, me inclino a creer que se trataba de un texto en que se daban estrofas paralelas (no necesariamente en “pareados”), tal como aún ocurre con romances de la tradición del siglo XX (sobre todo en el muy conservador romancero sefardí de Marruecos).
Este diálogo, que ha pervivido casi inalterado en la tradición oral durante más de medio millar de años, formaba parte de una narración que, en la única versión completa publicada en el siglo XVI (en el Cancionero de Romances de Amberes, 1550), comenzaba más o menos como nuestro texto:
Tres hijuelos avía el rey,
–tres hijuelos, que no más,
por enojo que uvo d’ellos,
–todos malditos los ha;
El uno se tornó ciervo,
–el otro se tornó can,
el otro se tornó moro,
–passó las aguas del mar;
aunque, como aquí vemos, en asonante –á, no en –í.a. Tras esta presentación del “ciervo”, el cual va a ser el verdadero protagonista del romance, se nos sitúa, bruscamente en un primer escenario, descrito en asonante –á.o:
Andávase Lanzarote
–entre las damas holgando,
grandes bozes dio la una:
—Cavallero, estad parado…
—-Y en él se nos explica la razón de la “quête”, ‘demanda’ o búsqueda del “ciervo del pie blanco”: es que la dama (¿la “dueña de Quintañones” a la cuál maldice el ermitaño al fin del romance?) le exige esa búsqueda como prueba de amor, en calidad de “arras” al ofrecérsele en casamiento. Sólo en la escena en que Lanzarote asume la empresa surge el asonante –í.a (sin huellas del otro asonante –á.a que aún pervivía en paralelo a fines del siglo XV). En esta escena, la respuesta del ermitaño ofrece adicionales detalles que enlazan con la tradición oral del siglo XX:
LA BELLA MALMARIDADA
La bella mal maridada,
de las lindas que yo vi,
véote tan triste, enojada,
la verdad dila tú a mí.
Si has de tomar amores
por otro, no dejes a mí,
que a tu marido, señora,
con otras dueñas lo vi.,
besando y retozando,
mucho mal dice de ti;
juraba y perjuraba
que te había de ferir.
Allí habló la señora,
allí habló, y dijo así:
—Sácame tú, el caballero,
tú sacásesme de aquí;
por las tierras donde fueres
bien te sabría yo servir:
yo te haría bien la cama
en que hayamos de dormir,
yo te guisaré la cena
como a caballero gentil,
de gallinas y capones
y otras cosas más de mil;
que a este mi marido
ya no le puedo sufrir,
que me da muy mala vida
cual vos bien podéis oír.
Ellos en aquesto estando,
su marido helo aquí:
—¿Qué hacéis mala traidora?
¡Hoy habedes de morir!–
—¿Y por qué, señor? ¿por qué?,
que nunca os lo merecí.
Nunca besé a ningún hombre,
ni hombre me besó a mí.
Las penas que él merecía,
señor, dadlas vos a mí:
con riendas de tu caballo,
señor, azotes a mí;
con cordones de oro y sirgo
viva ahorques a mí.
En la huerta del naranjo
viva entierres tú a mí,
en sepultura de oro
y labrada de marfil,
y pongas encima un mote,
señor, que diga así:
«Aquí está la flor de las flores,
por amores murió aquí
cualquier que muere de amores
mándese enterrar aquí
que así hice yo, mezquina,
que por amar me perdí.
ROMANCE DE LANZAROTE Y EL CIERVO DEL PIE BLANCO
Romance de Lanzarote y el ciervo
Tres hijuelos había el rey
tres hijuelos, que no más;
por enojo que hubo de ellos
todos maldito los ha.
El uno se tornó ciervo,
el otro se tornó can,
el otro se tornó moro,
pasó las aguas del mar.
Andaba se Lanzarote
entre las damas holgando,
grandes voces dio la una;
—Caballero, estad parado;
si fuese la mi ventura,
cumplido fuese mi hado
que yo casase con vos,
y vos conmigo de grado,
y me dieses en arras
aquel ciervo del pie blanco.
—Dároslo he yo, mi señora,
de corazón y de grado,
y supiese yo las tierras
donde el ciervo era criado.
Ya cabalga Lanzarote,
ya cabalga y va su vía,
delante de sí llevaba
los sabuesos por la traílla.
Llegado había a una ermita,
donde un ermitaño había:
—Dios te salve, el hombre bueno.
—Buena sea tu venida,
cazador me parecéis
en los sabuesos que traía.
—Dime tú, el ermitaño,
tú que haces santa vida,
ese ciervo del pie blanco
¿dónde hace su manida?
—Quedaos aquí, mi hijo,
hasta que sea de día,
contaros he lo que vi.
y todo lo que sabía.
Por aquí pasó esta noche
dos horas antes del día,
siete leones con él
y una leona parida.
Siete conde deja muertos
y mucha caballería.
Siempre Dios te guarde, hijo,
por doquier que fuer tu ida,
que quien acá te envió
no te quería dar la vida.
—¡Ay dueña de Quintañones,
de mal fuego seas ardida,
que tanto buen caballero
por ti ha perdido la vida!
ROMANCE DE FERNANDO IV El EMPLAZADO
Seguro que muchos de vosotros habéis oído hablar del peñón de los Carvajales, pero quizá desconozcáis el romance. Aquí abajo os facilito el romance íntegro (tenía fragmentos en Castellano antiguo, que he procurado quitarlos). Este romance, es también conocido como romance del Emplazado, pero para no confundirlo con el Romance del Emplazado de Federico García Lorca, es por lo que hago esta aclaración.
El romance, nos cuenta un hecho histórico. Nos cuenta como el rey Fernando IV de Castilla, tras haber condenado a morir despeñados, desde el peñón de Martos dentro de una jaula llena de grandes púas, a los hermanos Carvajal de forma injusta, estos emplazan al rey a comparecer ante el juicio de Dios, en el plazo de treinta días. Tenía el rey veintisiete años cuando se produjeron estos hechos. Durante estos treinta días vivió muy preocupado, y al cumplirse el plazo que le habían dado los hermanos Carvajal, se echo la siesta, y cuando fueron a buscarlo, lo encontraron muerto en la cama. Desde entonces, el peñón de Martos, que es un pueblo de Jaén, es conocido por el nombre del peñón de los Carvajales, ya que Carvajal era el apellido de los hermanos que emplazaron a este rey, a comparecer en el plazo de treinta días ante el juicio de Dios.
Válgame Nuestra Señora
que dicen de la Ribera,
donde el buen rey don Fernando
tuvo la su cuarentena
Desde el Miércoles corvillo
hasta el Jueves de la cena
el rey no afeitó su barba
ni se lavó su cabeza;
una silla era su cama
un canto su cabecera;
cuarenta pobres comían
cada día a la su mesa:
de lo que a los pobres sobra
el rey hacía su cena;
con vara de oro en mano
bien hace servir su mesa.
Dícenle sus caballeros
do había de tener la fiesta:
A Jaén dice, señores,
con mi señora la reina
En Jaén tuvo la pascua
y en Martos el cabo de año.
Parte se para Alcaudete,
ese castillo nombrado.
El pie tiene en el escribo,
aún no había descabalgado,
cuando le daban querella
de dos hombres hijosdalgos,
y daban le la querella
dos hombres como villanos:
Justicia, justicia, el rey,
pues que somos tus vasallos,
de Don Pedro Carvajal
y don Rodrigo su hermano,
que nos corren nuestras tierras
y nos roban nuestro campo,
fuerzan nos nuestras mujeres
a tuerto y desaguisado
y comen nos la cebada:
no nos quieren pagar.
Hacen otras desvergüenzas
que era vergüenzas contar
Yo haré de ellos justicia;
tornaos a vuestro ganado.
Manda pregonar el rey
y por todo su reinado,
que cualquier que los hallase
le darían un buen hallazgo.
Halló los el almirante
allá en Medina del Campo,
comprando muy ricas armas,
jaeces para sus caballos,
para ir a ver el pregón
que buen rey había dado.
Presos ,presos, caballeros,
presos, presos, hijosdalgos.
No por vos, el almirante,
si de otro no es mandado.
Sed presos, los caballeros,
que del rey traigo mandado.
Pues así es, el almirante
plácenos de muy bien grado.
Por las sus jornadas ciertas
a Jaén habían llegado.
Manténgase Dios, el rey.
Mal vengáis, hijosdalgos.
Mandó les cortar los pies,
mandó los cortar las manos
y mandó los despeñar
de aquella peña de Martos.
Allí habló el menor de ellos,
el menor y más osado:
¿Por qué nos matas, el rey,
siendo tan mal informado?
Pues nos quejamos de ti
al Juez que es soberano,
que dentro de treinta días
con nosotros seas en plazo;
y ponemos por testigos
a san Pedro y a san Pablo,
ponemos por testimonio
al apóstol Santiago.
Y sin más poder decir
mueren estos hijosdalgos.
Antes de los treinta días
malo esta el rey don Fernando,
el cuerpo cara oriente
y la candela en la mano.
Así falleció su alteza,
de esta manera citado.
El poder siempre genera abusos, y los reyes de todos los países del mundo, cuanto más poder han ostentado, mas abusos han cometido. Igual que el rey don Fernando IV de Castilla cometió actos injustos contra sus súbditos, los cometió el rey Pedro I de Castilla contra los suyos, como vamos a ver en los tres poemas que vamos a ver a continuación. Dentro de las dinastías que han regido a España a lo largo se su historia, ha tenido muchos reyes con sus manos tintas en sangre, y lo mismo que los reyes españoles, se han manchado de sangre al gobernar, se han manchado otros gobernantes, que sin ser reyes, han gobernado como si lo fueran, haciendo ostentación de su poder, de su fuerza, mientras sus manos se iban tiñendo de sangre. ¡ Que fácil le ha sido siempre a los poderosos delinquir, y al pueblo, que difícil le ha sido pedirle cuentas y hacerle justicia. En España nunca se ha ejecutado a un rey, y si ha habido reyes que lo han merecido.
Romance del rey don Pedro el Cruel
El rey más conocido en España por su crueldad, ha sido don Pedro I de Castilla, más conocido por Don Pedro el Cruel, aunque tan bien fue conocido con el sobrenombre de Don Pedro el Justiciero. Si no fue el más cruel, que puede ser que si haya sido si ha sido el rey del que sus crueldades han sido más y mejor cantadas por los juglares, los cantautores de la Edad Media. De él vamos coger aquí tres romances, aunque nos dejamos otros sin mencionar. Estos romances, nos muestran la premonición de su muerte, de cómo mandó matar a su esposa doña Blanca de Borbón y de cómo mató a su hermano Don Fadrique con traición en Sevilla, donde lo cita a venir para asistir a unos imaginarios trofeos que según él se habían montado.
Por los campos de Jerez
a caza va el rey don Pedro;
en llegando a una laguna,
allí quiso ver un vuelo.
Vio volar una garza,
dispárale un sacre nuevo,
le remontara un neblí,
a sus pies cayera muerto.
A sus pies cayó el neblí,
Túb0lo por mal agüero.
Tanto volaba la garza,
parece llegar al cielo.
Por donde la garza sube
vio bajar un bulto negro;
mientras más se acerca el bulto,
más temor le va poniendo,
con el abajarse tanto,
parece llegar al suelo,
delante de su caballo,
a cinco pasos de trecho.
De él salió un pastorcillo,
sale llorando y gimiendo,
la cabeza desgreñada,
revuelto trae el cabello,
con los pies llenos de abrojos
y el cuerpo lleno de vello;
en su mano una culebra,
y en la otra un puñal sangriento;
en el hombro una mortaja,
una calavera al cuello;
a su lado, de traílla,
traía un perro negro,
los aullidos que daba
a todos ponían gran miedo;
y a grandes voces decía:
-Morirás, el rey don Pedro,
que mataste sin justicia
los mejores de tu reino:
mataste tu propio hermano,
el Maestre, sin consejo,
y desterraste a tu madre,
a Dios darás cuenta de ello.
Tienes presa a doña Blanca,
enojaste a Dios por ello,
que si tornas a quererla
darte ha Dios un heredero,
y si no, por cierto sepas
te vendrá desmán por ello;
serán malas las tus hijas
por tu culpa y mal gobierno,
y tu hermano don Enrique
te habrá de heredar el reino;
morirás a puñaladas,
tu casa será el infierno.
Todo esto recontado,
despareció el bulto negro.
Hechos históricos del reinado del rey Don Pedro I de Castilla
Rey de Castilla y León (Burgos, 1334 – Montiel, La Mancha, 1369). Era hijo de Alfonso XI, a quien sucedió en 1350. El comienzo de su reinado estuvo marcado por la debilidad del poder real frente a las facciones que se disputaban el poder: los diversos hijos bastardos que había tenido Alfonso XI con Leonor de Guzmán, los infantes aragoneses primos del rey y la reina madre -María de Portugal-.
Inicialmente controló el poder la facción de la reina madre y del favorito Juan Alfonso de Alburquerque, que reorientó la política exterior hacia la alianza con Francia; para cimentarla, se concertó el matrimonio del rey con Blanca de Borbón (1353). Pero por entonces el rey era ya amante de María de Padilla, por la que abandonó a su esposa tres días después de la boda, haciéndola encerrar en el Alcázar de Toledo; con ello provocó la ruptura con Francia, la caída de Alburquerque y el estallido de una rebelión en Toledo, que pronto se extendió a otras ciudades del reino.
La insurrección contra el autoritarismo real aunó a la nobleza con las oligarquías municipales, reclamando ambas mayor participación en el gobierno del reino; al frente de la misma se situaron el propio Alburquerque (muerto poco después) y don Enrique de Trastámara (el futuro Enrique II, uno de los bastardos de Alfonso XI). El rey fue obligado a ceder, quedando confinado en Toro; pero pronto consiguió escapar y recuperar la iniciativa. Pronto comenzando una guerra civil que sólo terminaría con la muerte del monarca.
A medida que fue tomando ciudades, fue ejecutando en represalia a la mayor parte de los sublevados, con la excepción de don Enrique, que consiguió refugiarse en sus tierras de Asturias. La guerra civil se transformó en guerra exterior desde que Pedro I de Castilla atacó a Pedro IV de Aragón (1356), al tiempo que Inglaterra se alineaba con los partidarios de don Pedro y Francia con los de don Enrique, en el marco de la Guerra de los Cien Años que enfrentaba a ambos países.
Muerte de Doña Blanca
—Doña María de Padilla,
no os me mostréis triste, no
que si me casé dos veces
lo hice por vuestro amor,
y por hacer menosprecio
a doña Blanca de Borbón.
Envió luego a Sidonia
que me labren un pendón,
será de color de sangre,
de lágrimas su labor;
tal pendón, doña María,
se hace por vuestro amor.
Fue a llamar a Alonso Ortiz,
que es un honrado varón,
para que fuese a Medina
a dar fin a la labor.
Respondiera Alonso Ortiz:
-Eso, señor, no haré yo,
que quien mata a su señora
es aleve a su señor
El rey no le dijo nada,
en su cámara se entró
enviara dos maceros
los cuales él escogió.
Estos fueron a la reina,
Hallaron la en oración.
La reina como los vido
casi muerta se cayó,
mas después en sí tornada,
con esfuerzo les habló:
-Ya sé a qué venís, amigos,
que mi alma lo sintió;
y pues lo que está ordenado
no se puede excusar, no.
Di, Castilla, ¿qué te hice?
No por cierto, no traición.
¡OH Francia mi dulce tierra!
¡OH mi casa de Borbón!
Hoy cumplo dieciséis años
en los cuales muero yo;
el rey no me ha conocido,
con las vírgenes me voy.
Doña María de Padilla,
esto te perdono yo;
por quitarte de cuidado
lo hace el rey mi señor.
Los maceros le dan priesa,
ella pide confesión:
perdónalos a ellos,
y puesta en contemplación
danle golpes con las mazas:
así la triste murió.
Romance del don Fadrique
Yo me estaba allá en Coimbra,
que yo me la hube ganado,
cuando me vinieron cartas
del rey don Pedro, mi hermano,
que fuese a ver los torneos
que en Sevilla se han armado.
Yo, Maestre sin ventura,
yo, Maestre desdichado,
tomara trece de mula,
veinticinco de caballo,
todos con cadenas de oro,
de jubones de brocado.
Jornada de quince días
en ocho la había andado.
A la pasada de un río,
pasándole por el vado,
cayó mi mula conmigo,
perdí mi puñal dorado,
ahogarás me un paje,
de los míos más privado,
criado era en mi sala
y de mí muy regalado.
Con todas estas desdichas
a Sevilla hube llegado;
A la puerta Macarena
encontré con un ordenado,
ordenado de evangelio,
que misa no había cantado.
-Mantenga te Dios, Maestre,
Maestre, bien seáis llegado.
Hoy te ha nacido hijo,
hoy cumples veintiún años.
Si te pluguiese, Maestre,
volvamos a bautizarlo,
que yo sería el padrino,
tú, Maestre, el ahijado.
Allí hablara el Maestre,
bien oiréis lo que ha hablado:
-No me lo mandéis, señor,
padre, no queráis mandarlo,
que voy a ver qué me quiere
el rey don Pedro, mi hermano.
Di de espuelas a mi mula,
en Sevilla me hube entrado.
De que no vi. tela puesta,
ni vi. caballero armado,
fui me para los palacios
del rey don Pedro, mi hermano.
En entrando por las puertas,
las puertas me habían cerrado;
quitaron me la mi espada,
la que traía a mi lado,
quitaron mi compañía,
la que me había acompañado.
Los míos, desque esto vieron,
de traición me han avisado,
que me saliese yo fuera
que ellos me pondrían en salvo.
Yo, como estaba sin culpa,
de nada hube curado.
Fui me para el aposento
del rey don Pedro, mi hermano.
-Mantenga os Dios, el rey,
y a todos de cabo a cabo.
-Mal hora vengáis, Maestre,
Maestre, mal seáis llegado.
Nunca nos venís a ver
sino una vez en el año,
y ésta que venís, Maestre,
es por fuerza o por mandado.
Vuestra cabeza, Maestre,
mandada está en aguinaldo.
-¿Por qué es eso, buen rey?
nunca os hice desaguisado,
ni os dejé yo en la lid,
ni con moros peleando.
-Venid acá, mis porteros,
hágase lo que he mandado.
Aún no lo hubo bien dicho,
la cabeza le han cortado;
a doña María de Padilla
en un plato la ha enviado.
Así hablaba con ella,
como si estuviera sano,
las palabras que le dice
de esta suerte está hablando:
-Aquí pagaréis, traidor,
lo de antaño y lo de hogaño,
el mal consejo que diste
al rey don Pedro, tu hermano.
Asió la por los cabellos,
Echado se la a un alano;
el alano es del Maestre,
puso la sobre un estrado,
a los aullidos que daba
atronó todo el palacio.
Allí demandara el rey:
-¿Quién hace mal a ese alano?
Allí respondieron todos
a los cuales ha pesado:
-Con la cabeza lo ha, señor,
del Maestre, vuestro hermano.
Allí hablara una su tía
que tía era de entrambos:
-Cuán mal lo miraste, rey,
rey, qué mal lo habéis mirado.
Por una mala mujer
habéis muerto un tal hermano.
Aún no lo había bien dicho
cuando ya le había pesado.
Fuese para doña María,
de esta suerte le ha hablado:
-Prendedla, mis caballeros,
ponédmela a buen recaudo,
que yo le daré tal castigo
que a todos sea sonado.
En cárceles muy oscuras
allí la había aprisionado,
él mismo le da a comer,
él mismo con la su mano,
no se fía de ninguno,
sino de un paje que ha criado
ROMANCE DEL INFANTE VENGADOR
Helo, helo por do viene el infante vengador,
caballero a la jineta en un caballo corredor,
su manto revuelto al brazo, demudada la color,
y en la su mano derecha un venablo cortador;
con la punta del venablo sacarían un arador,
siete veces fue templado en la sangre de un dragón
y otras tantas afilado porque cortase mejor,
el hierro fue hecho en Francia, y el asta en Aragón.
Perfilándoselo iba en las alas de su halcón.
Iba buscar a don Cuadros, a don Quadros, el traidor.
Allá le fuera a hallar junto al emperador,
la vara tiene en la mano, que era justicia mayor.
Siete veces lo pensaba si lo tiraría o no
y al cabo de las ocho el venablo le arrojó;
por dar al dicho don Cuadros, dado ha al emperador,
pasado le ha manto y sayo, que era de un tornasol,
por el suelo ladrillado más de un palmo lo metió.
Allí le habló el rey, bien oiréis lo que habló:
-¿Por qué me tiraste, infante? ¿Por qué me tiras, traidor?
-Perdóneme tu alteza, que no tiraba a ti, no,
tiraba al traidor de Cuadros, ese falso engañador,
que siete hermanos tenía no ha dejado si a mí, no.
Por eso delante de ti, buen rey, lo desafío yo.
Todos fían a don Cuadros y al infante no fían, no,
sino fuera una doncella, hija es del emperador,
que los tomó por la mano y en el campo los metió.
A los primeros encuentros Cuadros en tierra cayó.
Apeara se el infante, la cabeza le cortó
y tomara la en su lanza y al buen rey la presentó.
De que aquesto vido el rey con su hija le casó.
Romance del prior de san Juan
Los reyes no se fiaban de la nobleza, ni la nobleza se fiaba de los reyes, unos y otros tenían motivos mas que suficientes para no fiarse, como prueba podemos poner este romance, donde vemos como el rey no se fía del prior de San Juan, ni el prior de San Juan se fiaba del rey.
Don Rodrigo de Padilla,
aquel que Dios perdonase,
tomara e rey por la mano
y apartó lo en puridad
-Un castillo está en Consuegra
que en el mundo no le hay tal,
más para vos vale, el rey,
que para el prior de Sant Juan.
Convidadme vos, el rey,
Convidadme a cenar,
la cena que vos le dieses
sea como en Toro a don Juan,
que le cortéis la cabeza
sin ninguna piedad:
desque se la hayáis cortado,
en tenencia me lo das
Ellos en esto estando,
el prior llegado ha.
-Mantenga Dios a tu Alteza,
y a tu corona real.
-Bien vengáis vos, Prior,
digáis me la verdad:
¿el castillo de Consuegra,
decidme, por quién está?
-El castillo con la villa
está todo a tu mandar.
-Pues convido os, el Prior,
para conmigo a cenar.
-Pláceme, dijo el Prior,
de muy buena voluntad.
Déme licencia su Alteza,
licencia me quiera dar,
mensajeros nuevos tengo,
irlos quiero aposentar.
-Vais con Dios, el buen Prior,
luego vos queráis tornar.
Va se para la cocina,
donde el cocinero está;
así hablaba con él
como si fuera su igual:
-Toma estos mis vestidos,
los tuyos me quieras dar;
ya después de medio día
salido se ha a pasear.
Va se a la caballeriza
donde el macho fue a estar.
-De tres ya me has escapado,
con esta cuatro serán,
y si de ésta me escapas,
de oro te haré herrar.
De presto le echó la silla,
y comienza a caminar.
Media noche era por filo,
los gallos querían cantar
cuando se entró por Toledo,
por Toledo, esa ciudad.
Antes que el gallo cantase
a Consuegra fue a llegar.
Halló las guardas velando,
y empiézales a hablar:
-Decidme, veladores,
decidme la verdad,
El castillo de Consuegra,
cuyo es y a qué mandar?
-El castillo con la villa
es el prior de San Juan.
-Pues abridme las puertas,
Catad de aquí donde está.
La guardia de que lo vio
Abrió las de par en par.
-Tomadme ese macho,
a él me queréis curare:
dejadme a mí la vela,
porque yo quiero velar.
¡Vela, vela, veladores,
que rabia os quiera matare!
que quien a buen señor sirve,
ese galardón le dan.
Y estando él en esto
el buen rey llegado ha:
halló las guardas velando,
comiénzales a hablar:
-Decidme, veladores,
que Dios os quiera guardare:
¿el castillo de Consuegra,
decidme, por quién está?
-El castillo con la villa,
por el Prior de San Juan.
-Pues abridme las puertas;
Catad de aquí donde está.
-Afuera, afuera, el buen rey,
que el Prior llegado ha.
-¡Macho rucio, macho rucio,
muermo te quiera matar!
¡siete caballos me cuestas,
y con este ocho serán!
Abridme, buen Prior,
allá me dejéis entrar;
que por mi corona os juro
de nunca he haceros mal.
-Hacerlo he esto, buen rey,
que agora en mi mano está.
Ramiro II de Aragón
Desde muy joven Ramiro II pasó su vida dedicado a la Iglesia, primero como monje en el monasterio francés de San Ponce de Tomeras; luego como abad de San Pedro el Viejo (Huesca) y, por último, como obispo de Roda-Barbastro.
Su hermano, el rey Alfonso I, legó sus reinos a las Órdenes Militares (es decir, a la orden de los Templarios, a los Hospitalarios y a los caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén), pero nadie pensó en cumplir dicho testamento, y los nobles aragoneses, reunidos en Jaca, reconocieron a Ramiro como rey. Por su parte, los navarros eligieron a García el Restaurador. Ramiro era entonces obispo de Roda-Barbastro y se encontraba celebrando la Natividad de la Virgen en Tierrantona1 cuando recibió la noticia de la muerte de su hermano el día anterior, teniendo que ocupar el trono. Su coronación tuvo lugar en Zaragoza el 29 de septiembre de 1134.
ROMANCE DE LA CAMPANA DE HUESCA
Don Ramiro de Aragón,
el Rey Monje que llamaban,
caballeros de sus reinos
asaz lo menospreciaban:
que era sobrado manso
y no sabidor en armas,
por lo que no le obedecen,
por lo que le desacatan.
Enviado ha un mensajero
al monje que lo criara,
a San Ponce de Tomeras,
donde el buen abad moraba,
por que el diese consejo
en la bajeza en que estaba.
…
Mal recaudo os traigo, Rey,
que el monje no vos preciaba,
ni me quiso dar respuesta;
creo que de vos burlaba;
se entró luego a una huerta
en leyendo vuestra carta,
y afilando un cuchillo,
las ramas emparejaba.
Oyendo estas razones,
el rey las disimulara;
entendió bien la respuesta
y el consejo que le daba
Hizo llamar a las Cortes,
a Cortes que celebraba;
dice que hacer quería
una solemne campana
que se oyese por el reino
y sonase en toda España.
….
Mandó cortar las cabezas
los que más del burlaban.
quince fueron sentenciados,
a los otros perdonara.
Mandó sacar las cabezas
a los mozos de la sala;
díjoles que era sus padres
todas las que allí miraban,
porque le tenían en poco
y en su presencia burlaban;
que viesen aquel ejemplo
y ellos mojasen la barba.
Así fue temido el Monje
con el son de esta campana