Leñadores 25

Después de cenar le contó Rufina a su marido lo que su madre le había dicho de la gestión que había hecho esta, del huerto de la calle de la Virgen, que necesitaban para meter la leña. Permaneció éste callado durante un buen rato, y viendo Rufina que no hacía ningún comentario, le dijo que iba a ir ella al día siguiente a hablar con la hermana de los dueños para ponerse en contacto con ellos, y saber cuál era su postura. Pensaba Rufina que su madre le había traído poca información, bien porque no tuviera más la hermana, o porque su madre no le hubiera preguntado. Le dijo a su marido que mañana, cuando viniera de la Higuera, de lavar la ropa, iba a ir a casa de la hermana de los dueños, para tratar de recoger la información que esta tuviera y si les interesaba, pedirle las señas de estos y poder ponerse en contacto con ellos, escribiéndole una carta.

Miró Cipriano a su mujer y le dijo, ¿Qué piensas Rufina, comprar la casa, el huerto, o qué? nosotros no tenemos dinero para eso. Tenemos medios para ganar dinero, pero el dinero, tenemos que ganarlo, el dinero está por ganar. lo  que tenemos se gasta pronto. Si nos dieran el huerto por el dinero que tenemos, nos podíamos dar con un canto en los dientes, pero por lo que tenemos, no creo que nos lo vayan a dar. Lo que yo quiero, no lo voy a decir, hasta que no sepamos lo que ellos quieren, dijo Rufina a su marido y cuando sepamos lo que quieren ellos, ya tendremos tiempo nosotros de hablar le que nos interese. Si no nos interesa hablar, nos callamos y en paz. Para poder hablar, tienes que escuchar en primer lugar. Calló Cipriano.

Las palabras que Cipriano había escuchado a su mujer, le preocuparon aquella noche, y al día siguiente. En primer lugar, no tenía muy claro lo que su mujer tenía en su cabeza, en segundo lugar, pensaba que su mujer, sabía lo que les convenía mucho mejor que él y en tercer lugar pensaba, se podía haber sentido humillada con su desconfianza hacia ella y por último pensaba, que podrá dar por terminado el negocio que tenía entre las manos, al sentirse ofendida por la actitud en que su marido se había puesto.

Conocía muy bien Rufina a su marido, para saber, que podía seguir actuando por su cuenta sin que su marido tomara decisión alguna en contra de lo que ella le había contado, tenía plena confianza en que este la iba a dejar actuar, sin formarle unos toros. Tenía que conocer en primer lugar, lo que pensaban los dueños y con arreglo a esto, podría actuar. Sabía que su marido, no se iba a oponer a lo que dijera ella, y también sabía hacerle ver a su marido, que él también intervenía en las decisiones, que en la casa se tomaban. Poe eso no le preocupó lo más mínimo lo que pensaba su marido, y lo dejó que pensara por su cuenta, hasta que llegara la hora en que tuviera que tomar una decisión, si es que llegaba.

Durmió tranquila Rufina aquella noche, y tranquila estuvo en la Higuera, al día siguiente mientras lavaba la ropa. Cuando terminó su faena, volvió a su casa, y después de arreglarse un poco fue a hacerle una visita a su madre, y al mismo tiempo, a visitar a la hermana de los dueños del huerto, que le interesaba arrendar. Pronto resolvió Rufina los asuntos que le habían llevado a casa de su madre, y pronto estuvieron en casa de la vecina de esta, tratando de saber lo que esta sabía de la casa de su hermana, con todos los detalles posibles. La vecina de su madre solo sabía lo que a su madre le había dicho a Rufina, y no pudo hacer nada más que confirmarles lo que Rufina ya sabía. Le dijo también, que la casa sin nadie, cada día que pasaba, estaba más estropeada, y si no la vendían la tendrían que alquilar. Una casa en la que nadie viva, acaba hundiéndose, y esto es lo que le va a pasar a esta, si no le dan pronto una solución. Lo que no se arregla, se hunde, les dijo la hermana de la dueña. Tengo la llave, podemos ir a verla, a lo que estas no pusieron ningún reparo.

Pronto estuvieron dentro de la casa, no era una casa grande, pero era una casa suficiente para vivir un matrimonio y sus hijos. Tenía dos plantas, un zaguán amplio con cuatro habitaciones, dos a cada lado de la puerta de la calle, de donde salía una escalera, que iba a la planta de arriba. Ocupaba la cámara toda la planta, con cuatro ventanas, de las que dos daban a la calle y dos al patio. Un patio cuadrado y embaldosado, con baldosas grandes y con una higuera en el centro. En la pared del fondo, estaban la cocina, y una despensa con dos ventanas que daban al patio y que ocupaban la fachada del fondo de la casa.

En la pared de la derecha había una puerta de dos hojas que daba al corral, donde había un retrete de tablas. El corral tenía unas puertas falsas a la calle, cubierto por un  porche amplio y en la pared del fondo que daba al campo estaban el pajar y la cuadra, La casa era lo mismo de grande que el corral, tenía lo mismo de ancho, y lo mismo de largo. Se podían independizar una cosa de la otra, bastaban con quitar la puerta, que unía el corral con el patio, y cada cosa se podía vender de forma independiente. Quiso Rufina, que la vecina de su madre, escribiera a su familia, par que le alquilaran el corral, que era lo que más necesitaban y en su defecto, le podrían alquilar las dos cosas, aunque de momento estaban arreglados, con una casa que tenían alquilada. Pensaban comprar casa, aunque de momento no podían, por llevar poco tiempo casados, y aunque estaban trabajando los dos, necesitaban más tiempo, para ganar el dinero suficiente, para poder pagarla.

Estuvieron hablando un rato con la hermana de la dueña, y cuando Rufina le dijo a esta, que sería conveniente escribirle a su hermana lo que habían estado hablando, bien escribiéndole ella, a su hermana o dándole las señas a ella para que pudiera escribirle, dándole a conocer mi postura, y poder entendernos con ellos de tú a tú. Esta, le dijo a Rufina que sería mejor que  fuera ella la que le escribiera y de esta forma les sería más fácil entenderse. Fueron a su casa, le dio esta las señas a Rufina, y allí se despidieron,

Cuando recibió Rufina la contestación a la carta que le había escrito a los dueños de la casa, habían pasado quince días de que ella les mandara la suya, se la había dejado el cartero a una vecina, porqué en su casa no había nadie. Con sumo interés abrió la carta en la que más o menos venía a decirle, que llevaban cinco años sin estar en el pueblo, sus hijos se habían adaptado muy bien a vivir allí, habían encontrado trabajo y amigos, se ganaba más y se vivía mejor, las posibilidades de volver al pueblo eran muy remotas, por eso habían pensado en vender los bienes que aquí tenían. No obstante, pensábamos ir este verano unos días al pueblo.  A los chicos le apetece que vayamos durante las vacaciones a dar una vuelta por allí. Junto a esta carta, le mandamos otra a mi cuñada, diciéndole que os deje la llave del huerto, para que podáis meter la leña hasta que nosotros vayamos este verano, y si decidimos venderla, espero que encontremos un acuerdo que sea beneficioso para todos. Quedó Rufina gratamente sorprendida por el contenido de la carta, y enseguida buscó a su marido, para trasmitirle el mensaje que la carta había traído. Lo encontró en la cuadra de los animales, revisando el pesebre, que dos días antes había hecho, lo había regado y ya estaba lo suficiente duro para que los animales durmieran dentro de la cuadra, y en estos momentos los iba a meter dentro.

Llegaba contenta Rufina al encuentro con su marido, al verla le dijo, vienes contenta, lo noto en tu cara, te van bien las cosas. Si hemos recibido la carta que esperábamos de Barcelona y al menos una de las cosas, la henos resuelto, nos dejan el huerto hasta el verano, que vengan ellos y si deciden vender la casa, y a nosotros nos interesa, antes de hablar de esto con nadie, nos la venden a nosotros. Y al mismo tiempo nos dice, que ya encontraremos una forma de hacerlo en que ninguno salga perjudicado. Ya veremos dijo Cipriano, el dinero que para entonces somos capaces de juntar, no creo yo que para entonces, tengamos dinero suficiente para comprarle las dos cosas, el verano lo tenemos cerca. El deja la puerta abierta a todo, si  no le podemos pagar todo, tenemos abierta la puerta, para pagar la mitad y dejar la otra mitad para el año siguiente, de esta forma, si creo que la pudiéramos pagar. En caso que las cosas no nos vinieran lo suficientemente bien, nos quedaría el recurso de pedirle al prestamista el dinero que nos faltara y no creo que nos lo fuera a negar. Ahora de momento, tenemos resuelto el problema de guardar la leña por la noche, y luego ya iremos resolviendo cosas conforme vayan llegando. Zamora, no se hizo en una hora. Sabes lo que te digo Rufina, que en tus manos encomiendo mi espíritu, como dicen los curas, rió Rufina la contestación que le había dado su marido y se fue para dentro de la casa.

Se levantaron temprano,  pisando la dudosa luz del día, como diría el poeta, echamos las dos cestas de ropa en Dulcinea, te dejo en la Higuera y cuando vuelva, espero a que se seque la ropa, vengo y me la llevo, la dejamos seca en el porche, de esta forma, lavas tres días a la semana y descansas otros tres. Pasado mañana cuando venga a por la leña para llevarla a Almagro, las echo encima y me las llevo, de esta forma puedes descansar tres días a la semana, probamos hoy y si te cansas, no lo repitas.

Cuando por la tarde, después de haber descargado Cipriano, descargó las dos cargas de leña en el huerto que les habían prestado, haber metido a los burros en la cuadra para que se comieran un pienso, aparejó a Rucio y fue a la Higuera, para traerle la ropa a su mujer, que allí se había quedado a lavar. Pronto encontró a su mujer, estaba dándole una vuelta a la ropa que le quedaba por recoger, la primera cesta que lavó, ya la tenía seca y recogida, y esta iba a empezar a recogerla, ya estaba seca y su marido, venía a por ella..

Leñadores.