Eran más de las cuatro cuando Cipriano llegó a la Solana de la Higuera, donde tenía cortada la retama. Hacía un sol de justicia, contó los montones que le quedaban, tratando de llevarse la mitad de ellos, para en la última carga poder llevarse la otra mitad y dejar en su casa toda la retama que por la mañana había cortado. Trató de repartir la mitad de la retama en los cinco haces que necesitaba, para la carga que se iba a llevar. Cuando terminó de atarlos, todavía le sobraba un montón grande y más de medio de otro, además de la otra carga que tenía calculada y eso después de haber hecho los haces mayores que los anteriores.
Cargó al Rucio con la retama y emprendió el regreso a su casa, pensando en que ya no le quedaba nada más que una carga que llevarse, y la retama que le sobrara la iba a dejar allí, para que el primero que llegara no la tuviera que cortar.
Cuando Cipriano llegó a su casa, al abrir la puerta, se encontró con su suegra, que estaba ayudándole a su mujer a preparar la cal. Dio Cipriano las buenas tardes, diciéndoles a continuación, que siguieran con lo que estaban haciendo y que él metería la retama, puesto que ya no le quedaba nada más que una carga que traer. Pronto terminó Cipriano de meter la retama, y pronto volvió a por la que le quedaba. Ató los cinco haces que necesitaba, y todavía le quedaban cuatro montones que llevarse. Cargó al Rucio con los cinco haces que tenía atados, se quedó mirando a los montones que quedaban. Se dijo a si mismo, vamos a llevar ésta y en el camino pienso lo que voy a hacer con la que sobra, que es mucha.
Pensaba que podría tener retama suficiente, y no dejaba de pensar, que también pudiera ser, que no tuviera y cuando volviera a por ella, no estuviera allí la que él había cortado. Entonces tendría que andar cortando más. A punto estaba de llegar al pueblo, y todavía no sabía lo que iba a hacer. Todavía no había tomado una decisión. Voy a llegar allí sin saber lo que tengo que hacer, y allí está mi suegra para comentarlo con su gente. Será que se va a callar. Se decía una y otra vez. Me la voy a jugar se dijo, voy a traerla toda, aunque tenga que traer una carga más, ya procurare yo que no me sobre. Aunque tenga que poner en el tejado el doble de la que necesito. Buscaré una escusa para que no se den cuenta de lo que me pasa.
Al abrir la puerta de su casa estaban las mujeres jalbegando las paredes del patio, y al verlo éstas, comentaron lo poco que había tardado en volver, a lo que éste dirigiéndose a su mujer contestó, ¿Qué voy a hacer por ahí, tostarme al sol? Es para lo que mejor está la tarde, para tostarse entre los peñones. Voy a meter está carga. Tendré que echar dos cargas más, en una sola no me la voy a traer. Meteré esta y salgo a por las dos cargas qué me faltan. Una vez que terminó con la retama, montó en el burro, y salio a terminar con lo que le quedaba. Eran ya cerca de las seis y aunque estaba cerca, tenía que traer todavía dos cargas más.
Mientras jalbegaban, contó Rufina a su madre la idea que tenían de ir a Almagro, y buscar casa donde poder vender su trabajo, ya que lo único que podían hacer era eso, vender el trabajo de los tres.
¿Qué tres, preguntó la madre de Rufina? El Rucio, Cipriano y yo, contestó ésta.¿Acaso creía que contábamos con usted para lavar la ropa y traer la leña? No mujer contestó la madre, pensaba que a lo mejor, teníais otro socio con quien compartir el negocio y no me habíais dado cuenta, por eso te lo he dicho, no ha sido por otra cosa. Demasiado sabes tú cómo estoy de dolores. Sí he estado toda mi vida trayendo, un día una cesta de ropa sucia a la cabeza de allí para acá, otro día llevándola a lavar y secar a la Higuera, y un tercer día, cargándola sobre mí cabeza y llevándola otra vez a Almagro y volviendo de Almagro con otra nueva cesta de ropa, para al día siguiente volver con ella otra vez a la Higuera. Voy cumplir sesenta años, imagínate como voy a estar, como estaría tu padre si viviera. Tu padre hizo, lo que va a hacer tu marido. En vez de llevar ropa como tú y como yo, llevar leña. Y fíjate en tú padre, los años que lleva muerto.
Otra cosa es, que vaya con vosotros, o simplemente contigo, un día a Almagro y os presente en las casas donde tu padre y yo hemos trabajado, para si a bien lo tienen, le hagáis a ellos los mismos trabajos que nosotros les hicimos.
Eso, si que nos vendría bien, nos quitaría de pasar mucha vergüenza, a mí y sobre todo a él, qué es mas vergonzoso que yo. Nos podemos ir subidas en el burro, echamos merienda, madrugamos, y a las seis de la tarde estamos aquí. Lo que no tenemos son aguaderas, tendré que ir casa de los esparteros y encargarles unas,. Sí las tienen hechas me las traigo para acá, y sí no las tienen les digo, que me las hagan lo antes que puedan.
En la cuadra de casa tiene que haber unas, aunque pienso que van a estar muy viejas, desde que murió tu padre, y vendimos el borrico no he vuelto a pasar a la cuadra. Lo más fácil es que no nos valgan, el esparto se deforma mucho con el tiempo, y luego aunque lo intentes, no lo puedes volver a su ser.
No se preocupe madre dijo Rufina. Me acerco a casa de los esparteros, sí tienen me traigo unas, y sí no las tienen se las encargo. Nos va usted a hacer un favor muy grande, el hecho de que a usted la conozcan, y sepan que soy hija suya, nos tiene que valer de mucho. Abrió Cipriano la puerta de su casa, y al entrar con las primeras retamas, le dijo Rufina: ahora cuando metas las retamas, vienes para acá que tenemos que hablar contigo. Metió Cipriano las retamas y se acercó donde estaban jalbegando las mujeres. Diciéndoles me queda una carga de retama por traer, ¿no será mejor que vaya y la traiga, y cuando vuelva hablamos? Aceptaron las mujeres, y salió Cipriano a por la última carga de retama que le quedaba.
Llegó Cipriano a La Higuera, recogió sus retamas, las cargó sobre las espaldas del Rucio y cuando ya estaba el Sol detrás de la Morretona, salió al camino que le llevaría al pueblo con su última carga de retamas. Caminaba deprisa con el Rucio pisándole los talones, dándole con la cabeza en la espalda mientras intuía la llegada a la cuadra. Tardó poco Cipriano en el camino, a las prisas que él llevaba se unían las que el Rucio llevaba por llegar a la cuadra. A él lo habían intrigado su mujer y su suegra con lo que Rufina le había dicho cuando salía a por la última carga , diciéndole que tenían que hablar con él. Ni siquiera llegaba a pensar que le podían decir.
Llegó a su casa sin apenas luz del día, metió las retamas , le dio agua y le echó pienso al burro . Se dirigió a la cocina donde le esperaban su mujer y su suegra para desvelarle el misterio, que tanto le había intrigado, mientras traía la última carga de retamas. Lo estaban esperando sentadas en la mesa camilla, ya le tenían preparada una silla junto a la mesa para cuando llegara. Con cierta timidez abrió Cipriano la puerta, y enseguida le ofrecieron la silla que le estaba esperando, y una vez sentados le expusieron a éste lo que a Rufina le había ofrecido su madre.
Agradeció Cipriano la oferta que su suegra le había hecho a su mujer, y que ésta acababa de contarle. Y a punto estuvo de contarle a su suegra, el chascarrillo de la gramática de la escuela, que con tanta estima guardaba en su memoria, y que gracias a un movimiento de cabeza, en sentido negativo, que Rufina hizo, y qule le advertía que mejor sería guardarlo para mejor ocasión se dio y paralizó el relato. Se ofreció éste para llevarlas con el burro, cuando ellas le dijeran, y éstas dijeron que cuanto antes sería mejor, y que si por ellas fuera el mejor día sería mañana, pero que cualquier otro día les vendría igual. Contestó Cipriano diciendo, que a él le daba lo mismo, pero que tenía la retama cortada en el corral, y si a ellas les daba igual, una vez que terminara, las podría llevar en el momento que ellas le dijeran, ya que las retamas se trabajan mejor verdes que si se secan. Cuesta menos trabajo y el tejado queda mejor y con menos goteras. El mejor día para hacer el tejado es mañana, y si mañana Rufina no tiene otra cosa que hacer y me ayuda a subir las retamas al tejado, mañana terminamos. Posado mañana mismo podemos ir a Almagro.