XX
Tenía Marcelo Santillana 22 años y si mantenía la decisión de ser sacerdote de Cristo, como le decía su tía, muy pronto iba a llevar las ropas de sacerdote. En dos años sería sacerdote y esperaría pasar el tiempo necesario para alcanzar la gloria eterna y al mismo tiempo gozar de la presencia del Altísimo para toda la eternidad.
Marcel Santillana pensaba en lo sensatas y acertadas que eran las razones que movían a sus padres para pensar como pensaban, y al mismo tiempo se hacía otra reflexión distinta a las razones que sus padres se hacían, pensando por su cuenta, y utilizando el argumento que utilizó uno de los profesores del seminario, durante su despedida como profesor de la clase de Teología : Aunque no tengamos razones objetivas para poder asegurar que la doctrina de la Iglesia es la verdadera, entre la razón y la fe existe una gran diferencia a favor de la doctrina de la Iglesia que nos tiene que llevar a seguir a nuestro propio egoísmo, sabéis la gran fuerza que para nosotros tienen nuestros intereses. Puede ser que existiendo las mismas razones para creer que para no creer, e incluso pensando que las razones para no creer, dupliquen, o tripliquen a las que existen para creer, siempre se encontrará un porvenir más ventajoso para los creyentes que para los no creyentes. Después de una pausa continuó con su exposición el viejo profesor, esperando que algunos de los presentes pudiera hacer algunas alegaciones a sus teorías, momento este que aprovechó uno de los alumnos para rebatir los argumento con las siguientes palabras: No me vale su argumentación, carece de todo valor probatorio, si anteponemos los intereses a los argumentos, a las razones que vayamos a utilizar para defender una u otra teoría, usted está actuando como un gitano en una feria, tratando de vender su burra, si usted se está aprovechando de un sofisma para defender sus propios intereses, y sus teorías se justifican con algo que queda muy lejos de ser verdad, no encuentro otra justificación para defender a la doctrina de la Iglesia, que la de vender su burra.
Protestó con energía el viejo sacerdote, diciendo que lo que él decía estaba amparado por la realidad, todos los humanos tenemos la necesidad de buscar nuestro propio bien, por eso lo buscamos en esta vida por todos los medios lícitos a nuestro alcance, y si intuimos que después de la muerte, nos vamos a encontrar en otro apartado lugar, dentro del cual vamos a tener al menos tres opciones, tres formas distintas de estar, nuestra obligación debe ser la de buscar el sitio donde mejor nos podamos encontrar.
La teoría de los ateos, de los librepensadores, de los materialistas, es que no somos eternos, que una vez que la materia se destruye, al no quedar soporte alguno donde sustentarse, el alma se extingue. Hay otra teoría sobre el más allá que nos habla de que después de la muerte empieza otra vida y que Dios, con arreglo a nuestros méritos, nos da un premio o un castigo, esa es la causa por la que los buenos van al cielo, los malos van al infierno y los que han ejecutado actos malos y después se arrepienten, después de pagar sus culpas en el purgatorio, pasan a formar parte del grupo de los justos y se les abren las puertas del cielo.
Eso es lo que creemos los católicos, esa es la doctrina que predica la Iglesia católica, que es la nuestra, hay otras muchas religiones que con distintos matices piensan más o menos lo que nosotros pensamos, y esto ha dado lugar a infinidad de enfrentamientos, y estos enfrentamientos han dado lugar a infinidad de guerras, y con ello a infinidad de muertes. La condición humana es así, pensamos que el que no está conmigo, está contra mi y de estos barros suelen salir estos lodos. Tal vez si Dios nos hubiera hecho mejores, estuviéramos todos viviendo en el paraíso y hubiéramos sido felices durante toda la eternidad. La Iglesia culpa a Eva en primer lugar de que el proyecto que Dios había previsto era bueno para todos y culpa a la serpiente, a Eva y a su marido Adán por partes iguales de la tragedia que le ha tocado vivir a la humanidad.
Desde la pobre visión que os puede dar un pobre cura de aldea podría deciros que si Dios hubiese sido más progresista y hubiera pensado de una forma más justa, debió haber perdonado a la serpiente, a Eva y al marido de Eva, aunque hubiera hecho un pequeño purgatorio para que los tres, Eva su marido y la serpiente hubieran pagado sus culpas y de esa forma se hubiera ahorrado crear el Pecado Original que tantas desgracias nos está trayendo a los humanos.
Quedaron perplejos los aprendices de curas, muchos de ellos sin saber por dónde había llegado este cura a razonar de esta forma, de cómo había llegado a esta conclusión.
Pasados unos minutos, se levantó del pupitre en que estaba el seminarista que abrió el diálogo con el cura de aldea que así se expresaba diciéndole: Usted de esto sabe poco, sabe lo que yo sé, sabe que no sabe nada, y desde esta primera verdad, podemos analizar nuestros puntos de coincidencia.
Verdad es que sé poco, le contestó el cura, y si me pongo a pensar en lo que creo, me pierdo en mis creencias, y solo encuentro dudas por todas partes y no sé cómo continuar. A veces pienso que Dios hubiera hecho las cosas mejor, si en vez de ser Dios hubiera sido un hombre de conocimiento. Pero doctores tiene la Iglesia que son los que han creado tantos embrollos y hacen que andemos por donde estamos; y creo que si hubiéramos pensado menos mucho más fácil hubiéramos entendido la religión que nos han enseñado que es en la que ellos creen, y en la que nosotros tenemos tantas dudas.
Crear es difícil, muy difícil, le contestó el seminarista que había intervenido antes. Y más difícil es cuando se crea algo para justificar los intereses, y eso le ocurre a la Iglesia ahora, que todo lo que ha ido creando desde su fundación lo ha ido haciendo a base de dogmas, ninguna de sus ideas las ha fundado pensando con la razón sino pensando en sus propios intereses, por eso las ideas que han ido surgiendo a lo largo del siglo XVIII, basadas en la razón, no en la fe, van a ser letales para la Iglesia Católica. Cuando la gente aprenda a pensar y se olvide de los rezos, el mundo va a dar un vuelco de ciento ochenta grados. Pero todo esto está por hacer. Hay que hacerlo. Las nuevas ideas tienen que dar lugar a gentes nuevas, a gentes que piensen, y se olviden de los rezos. Las generaciones que nos sobrevivan tienen que ser más cultas y mejores que nosotros, y algún día todos seremos iguales, o al menos todos o casi todos aspiraremos a serlo. Pero eso se puede lograr cuando nos olvidemos de los rezos y de las mentiras que a lo largo de los siglos nos han estado enseñando. Cuando las ideas que el poder va a seguir tratando de imponernos, cuando salgamos de nuestra ya trillada senda, habrá un mundo mejor que nosotros no vamos a llegar a ver, pero que desde ya podemos otear en el porvenir. Sé lo que esto va a costar, pero si logramos que los cerebros de todos algún día aprendan a pensar y a compartir, habrá una humanidad mejor que piense y aprenda, que no rece, que deje de levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes.
El profesor de Religión se vio sorprendido por las ideas renovadoras de aquel muchacho que había viajado a Francia y que según le había dicho al volver de su estancia en este país, cuando le preguntó a qué había dedicado el tiempo en aquel país, le respondió diciendo que el tiempo lo había dedicado a aprender, y que ya sabía mucho más que cuando se fue.
Una vez terminada aquella reunión durante un largo rato se estuvo hablando de las ideas que había traído de Francia aquel muchacho larguirucho, altiricón, que había pasado un verano en Francia al que su padre le habían dado ya licencia para abandonar el seminario, hablando en cristiano, le habían dado licencia para colgar los hábitos.