XIII. Ropa nueva

Durante un buen rato continuaron hablando de la iglesia y lo que ésta les había enseñado de los santos. Oyeron las doce en el reloj de la plaza y decidieron irse a acostar, Jacinta y sus hijas pensaban que no llegarían tarde y si no se acostaban pronto podían encontrarlas en la cama cuando llegaran. Se acostaron pronto, dejaron abierta una de las hojas del ventanillo del patio para que la llegada del día las despertara y que su familia no las encontrara en la cama. Cuando Jacinta y sus hijas llegaron a casa de Lucrecia, ya habían terminado de hacer sus cosas, sólo les quedaba sacar las telas que tenían a la cocina, para poder extenderlas sobre la mesa y poder decidir por qué ropa iban a empezar.

Llamaron a la puerta y Lucrecia dirigiéndose a su sobrina dijo, anda y abre, que ya están ahí, no vayan a creer que estamos todavía en la cama. Salió Luisa corriendo hacia la puerta de la calle, al poco entró con su tía y sus primas riéndose, mientras le decían a Lucrecia que ya habían visto en el ayuntamiento, la firma de su padre, como concejal delegado del pósito. A todas se las veía contentas, habían ganado las elecciones, y estaban rebosante de alegría. No tengáis la victoria tan segura, dijo Lucrecia, hasta que no pasa el último gato, no se puede decir zape. En cinco años, ya hemos tenido un intento de golpe de estado y las cosas no están tranquilas, la derecha esta que muerde. No porque una cosa se necesite, se consigue. Daos cuenta, si es necesario comer y mirad cuánta gente se muere de hambre. El poder lo tiene el dinero, lo tiene la iglesia, y lo tiene el ejército. Aunque la inteligencia, la cultura y las clases trabajadoras estén con el pueblo, puede mucho el dinero, puede mucho el miedo y pueden mucho las armas y en ese sentido puedo decir, que la historia es maestra de la vida, y en España sabemos que el ejército, siempre ante cualquier movimiento de la sociedad en pos del progreso, se ha movido en sentido contrario. Sí, dijo Jacinta al final siempre ha sido así, tenemos los ejemplos de Torrijos y Riego, cuando ambos se levantaron contra Fernando VII defendiendo la constitución de mil ochocientos doce, (La Chata) al final, el general Torrijos terminó ante un pelotón de ejecución y el general Riego fue llevado en Madrid a una plaza pública metido en un capacho para ser ejecutado, sin que esto diera lugar a ningún levantamiento en su favor. Siendo Fernando VII, el Rey más perverso y sanguinario que España haya podido tener a lo largo de su historia. España nunca ha ejecutado a un rey, en contra de lo que han hecho Inglaterra, Francia y otros muchos países, pero esto no ha sido porque algunos no lo hayan merecido. Bueno, vamos a seguir expectantes a lo que vaya pasando.

Vamos a hacer todo lo que esté e nuestras manos de forma honrada para que las elecciones las gane el Frente Popular. El Frente Popular somos nosotros, y nosotros tenemos que colaborar, haciendo ver a nuestros conocidos, a nuestros amigos, que su voto y el voto de todos sus amigos progresistas los necesita el Frente Popular, y el triunfo del Frente Popular lo va a necesitar España de forma continuada.

He seguido con atención la exposición que habéis hecho de vuestros argumentos, y sí que es verdad, como ha dicho la tía Jacinta, que la historia es maestra de la vida, pero no por eso vamos a cerrar las puertas a la esperanza. Tenemos que ilusionarnos con este movimiento de las clases trabajadoras, ¿Por qué no nos vamos a ilusionar nosotras con él, si durante siglos lo estamos esperando? y no basta con que estemos ilusionados nosotros, tenemos que trasmitir nuestra ilusión a los demás. Si no lo hacemos, la Caverna se va a perpetuar y necesitaremos que pasen muchos años para volver a levantar cabeza, dijo Luisa exaltada.

Cómo ha prendido en ti, es el espíritu de clase de la familia, todos nos sentimos orgullosos de tus sentimientos, qué bien has llegado a la familia y qué a tiempo, dijo Jacinta. Hubo una prolongada pausa, y Lucrecia dijo a su cuñada y sobrinas, vamos a seguir con las telas, que semana santa está aquí y si seguimos hablando, nos vamos a tener que quedar sin salir por no tener ropa que ponernos. Pasaron todas a la cocina, fueron extendiendo las telas sobre la mesa, y hablando de trapos les llegó la hora de comer.

Con las ropas, el tiempo que tardaron en confeccionarlas, y con el sermón que hizo el cura el Domingo de Ramos, donde habló de los males que el Frente Popular les iba a traer el haber ganado las elecciones, de que esto iba a suponer el cierre de las iglesia que se avecinaba. El enfrentamiento estaba servido entre los dos bandos, a ello habían contribuido de forma decisiva, la procesión de San José y el sermón del Domingo de Ramos, donde se habló de los males que acechaban a la iglesia y a España, y el cura olvidó hablar del Domingo de Ramos, que según manifestó minutos después de terminar el sermón el propio cura, había sido un olvido imperdonable, del que se sentía el único responsable.

Le costó a Lucrecia aceptar los tonos más claros que su familia acordó para su nueva indumentaria, pero no tuvo otra opción, a cualquier objeción que pensara hacer relacionada con su ropa, no la dejaban expresarla. Todas estaban en su contra, la decisión estaba tomada ella no podía hablar, tenía que aceptar lo que su familia dijera. A Lucrecia, en el fondo le agradaba la decisión que su familia había tomado de no dejarla opinar en todo lo relacionado con su ropa, se sentía agradecida a los suyos, la llegada de Luisa le hacía sentirse otra. Dejó de sentirse sola, se sentía más alegre, todo había cambiado para ella.

En jornadas de mañana y tarde fueron confeccionando la ropa de Lucrecia y de Luisa. Tuvieron tiempo suficiente para hacer sus ropas y tiempo suficiente tuvieron para jalbegar la calle, hacer sábado en la casa e ir a casa de Jacinta a ayudarle a estas, para hacer lo propio en su casa. Para Jacinta también iba a llegar Semana Santa. Aceptaron de buen grado la oferta que Lucrecia les hizo de que fueran con ellas a darle una vuelta a la casa y dejarla como chorros de oro, que era como decían en el pueblo que dejaba Lucrecia las casas, después que Lucrecia hiciera limpieza.

Llegó la Semana Santa, fue una Semana Santa más, con menos gente que acudiera a los actos religiosos, pero no hubo enfrentamientos, hubo menos gente en los actos religiosos, pero en los bares, en el paseo, en los puestos, en nada se notó que hubiera menos gente, menos animación. Asistieron las hermandades a las procesiones, pero las filas iban más mermadas, había menos penitentes. Menos de la mitad, decían los que la habían visto. El cura había tomado partido, y la gente de izquierdas había reaccionado de la misma forma, el enfrentamiento había sido el día de San José, pero las espadas seguían en alto.

En Alameda de la Mancha, que no había habido nunca enfrentamientos entre gentes de izquierdas y gentes de derechas, entre propietarios y trabajadores, pero la gente empezaba a mirarse enfrentada. Y no habían tenido enfrentamientos antes, porque la clase trabajadora llevaba ya muchos años que vivía mejor que muchos propietarios. Ganaban más los trabajadores de las canteras y que los propietarios de la tierra, y esto hacía que los trabajadores de la tierra necesitaran más tierra. Necesitaban más tierra para vivir mejor, y tenían que ahorrar para comprar más tierra, ya que al labrador siempre le parece poca la tierra que tiene. Al ser el término de Alameda de la Mancha un término pequeño y con pocas tierras de labor, hacía que si alguna finca, que eran pocas y pequeñas, se ponía a la venta, se pagaran por ella precios desorbitados. Siempre había más labradores que necesitaran tierras que comprar, que gente que las vendiera.

El ochenta por ciento de los trabajadores trabajaba en las canteras de basalto y entonces España necesitaba adoquinarse, todos los trabajadores de la leña que eran muchos en el pueblo, se hicieron canteros y empezaron a ganar unos sueldos respetables. Como los empresarios de las canteras, todos los adoquines que sacaban los vendían, pusieron a trabajar a los trabajadores a destajo, y esto hizo que el trabajo de los canteros fuera mucho mejor remunerado que lo que hacían las clases trabajadoras de los pueblos de alrededor.

Al no tener los canteros más gastos que sus propias herramientas, y no necesitaban ni mulas, ni carros, ni tierras, el dinero que ganaban era para sostener sus casas, y vivían mucho mejor que la inmensa mayoría de los propietarios, que con las malas cosechas que cogían, lo mal que estas se vendían, y lo que costaban las mulas y las herramientas, que con tanta frecuencia necesitaban comprar, unido a la necesidad de las tierras que aspiraban a comprar, hacía que los trabajadores vivieran más holgados que la mayoría de los propietarios.

Esto hizo que la clase trabajadora, en términos generales viviera mejor que muchos de los que se creían ricos, y no sintieran ni envidia, ni miedo hacía ellos, porque aunque el trabajo de la cantera era duro les compensaba, al poder vivir los trabajadores más desahogados. Hizo esto que todos se sintieran más iguales, y que la envidia no prendiera entre ellos.