Al Señor Don Sancho,
le quiero hoy hablar:
Él me atacó un día
porque una alcaldía
a mí me propuso,
para concejal.
Pero el tiempo pasa…
y, todo lo olvida…
y, todo lo amansa.
Aunque siempre queda,
alguna señal,
alguna secuela.
Y ahora que él aspira
a cargo más serio,
viene a mi mente
algún improperio
con que me obsequió.
Hablaba Don Sancho,
si mal no recuerdo;
ya que del periódico
donde me atacaba,
no me queda nada.
Sólo en mi memoria
alguna expresión.
Hablaba de la valentía
y de la valía,
que él presumía
debiera tener,
aquél que pusieran
a desarrollar
la dura tarea
de ser concejal.
Y tanto decía,
y tan mal lo hacía,
que, no más terminar,
tuve que pensar:
Amigo Don Sancho,
lo siento, en verdad,
que siendo, tan lento
escriba tan mal.
Pero me desvío,
son viejos recuerdos
de algo poco serio,
de algo que pasó.
Y se me olvidaban
hechos más recientes.
Hechos procedentes
para terminar,
con la improcedencia,
con la inconsecuencia,
que supondría
el que una alcaldía
la fuera a ocupar,
quien tanto pedía,
quien tanto decía,
se necesitaba
para concejal.